Ahí se encuentra la más antigua, curiosa y extraña superstición que adorna mi hogar, portando un largo, elegante y singular vestido rosa con flores amarillas, sus rizos dorados son lo mejor, amarrados por un moño de color rojo fuerte… sin dejar pasar su sonrisa tan llamativa y esa mirada ida que deja sobre la sala; en lo alto del mueble en donde se encuentra el televisor, es lúcida dentro de unas vitrinas transparentes.
Sin duda alguna, es la famosa muñeca de la familia. Mi abuela (que en paz descanse, por cierto) la llamaba, porcelana maldita, ya que, obviamente, era una preciosa muñequita hecha de porcelana; antes de fallecer, se la entregó justamente a mi madre porque existe una supuesta superstición que se ha ido conservando de generación en generación.
No lo había sabido hasta ayer mientras cenábamos todos, después de un par de semanas después de la perdida de mi abuela, había notado que mi madre había colocado esa bonita muñeca en el mueble, entonces salió mi pregunta y recibí mi respuesta, la cuestión es extraña, cuenta esta leyenda de que hay un espíritu maligno encerrado en la porcelana y que si alguien lo llegase a romper… una espantosa maldición se desataría al responsable.
Aún no sé por qué, ni cómo, o cuál era la razón de esa maldición que tiene la familia de mi madre, primero dije que todo era falso, o al menos eso es lo que creía, puesto que al seguir preguntando para desaparecer mis dudas, parecía que ella evadía todo, cambiando de tema o simplemente haciendo otras cosas, había algo raro, pero también interesante en esa muñeca de porcelana.
El timbre sonó de inmediato, y yo reaccioné, pues me encontraba frente a frente con mi mirada pegada a la muñeca, parecía que te hipnotizaba por completo, pero volví a la realidad y me dirigí a abrir la puerta… que sorpresa, se trataba de Jenny, una compañera del colegio, nunca me había visitado, incluso me sorprende que haya sabido mi dirección.
- ¡Hola Mónica!, ¿Cómo te va? —preguntó Jenny con algunos titubeos, mostrando un semblante inseguro en su sonrisa forzada—.
- Bien… muy bien, ¡gracias! —respondió—.
-Es raro verte por aquí, ¿ocurre algo?, —le pregunté para llegar al grano, mientras me recargaba en la puerta—.
- Mañana tenemos tarea de algebra, y me habían comentado que asistes a unos cursos especializados —me respondió Jenny—, como era de esperarse, el interés de una persona la llevó a otra… es decir, hasta a mí. - Oh!, supongo que me han visto cargando libros en medio de la calle, ¿no es así?, bueno, no te preocupes, con gusto te ayudaré con la tarea… pasa, mis padres están dormidos —le dije a Jenny puesto que eran las once de la mañana—, y con un horario pesado en donde trabajan mis papás, cualquiera estaría dormido a esa hora. Sin rodeos, la dejé pasar enseguida. - ¡Gracias Mónica! —me agradeció estando adentro—, ella empezaba a mirar toda mi casa, como si yo estuviese esperando una calificación del mejor diseño o algo así. - Bueno, pasemos a la sala, ahí tengo una pequeña mesita de cristal, nos servirá para repasar —le dije con una sonrisa—, ella parecía un tanto nerviosa, supongo que cuando tratas con matemáticas… siempre nos viene a la cabeza, un dolor que seguro a la mayoría se nos hará muy singular.
En fin, saqué el libro que se encontraba en mi mochila, hojeándolo hasta llegar a la página de la tarea, ambas nos sentamos en el piso, frente a la mesa, y empecé a explicarle. Poco a poco perdí la noción del tiempo, mientras que impartía mi "clase de algebra", y al pasar un buen rato, ella parecía haberle entendido.
- Veo que no es difícil, pero los procedimientos son un tanto enredados —me comentaba Jenny con una carilla de vergüenza—.
- Descuida, yo no soy una sabelotodo, pero te seguiré explicando cuando gustes y cuando pueda —le contesté mientras ambas reíamos levemente—, estábamos, al parecer, sintiendo un manto de extrañeza, puesto que nunca nos habíamos tratado antes. - Bueno, ¿me puedes regalar un vaso de agua? —preguntó Jenny de inmediato mientras suspendimos un mínimo momento de silencio—, - Oh! claro, enseguida te lo traigo —respondí mientras me levantaba del suelo, dirigiéndome así hasta el comedor—.
Busqué un vaso, y al encontrarlo empecé a servirle agua fría que se encontraba en el refrigerador, parecía todo tranquilo, respiré profundo y al ver que se había llenado, me dirigí nuevamente hasta la sala, increíblemente observé al llegar, que Jenny tenía en sus manos a la muñeca, observándola fascinadamente.
- Oye, ¿Por qué la tomaste? —pregunté elevando mi tono—, era obvio que no debía tomar cosas que no eran suyas, pero ella me respondió: - Ella me lo dijo… me dijo que quería salir de ahí adentro. Jenny señaló arriba del mueble, aparentemente las vitrinas en donde se encontraba la muñeca estaban abiertas. - ¿De qué demonios hablas? —pregunté mientras me acercaba lentamente hasta donde estaba ella—.
- Espera Mónica, pero esta niña debe salir, déjala libre. Jenny comenzaba a meterme el temor por todos lados, ella ni siquiera sabía de la leyenda, ¿cómo era posible que me estuviese diciendo eso? - ¡Me estás asustando!, dame la muñeca de una vez por todas —le dije mientras me dispuse a acercarme más rápido—.
- ¡Déjala ir! —gritó mientras me lanzaba la muñeca—, entonces, aquella sensación de temor, desesperación y tanto horror empezó a carcomer mi cuerpo mientras veía volar la maldición en el aire. Intenté tomarla para que no se quebrara, pues había algo que me mantenía segura, de que esto era más que una absurda leyenda familiar.
Afortunadamente, pude tomar apenas con mis manos, el vestido de la muñeca, sin embargo, me tropecé, cayendo fuertemente al suelo… esto provocó que se me resbalara, y se quebrara la mitad de su cabeza.
- ¡Sí!, vamos, ¡ya eres libre pequeña! —decía Jenny de una manera tan escalofriante, como si le hablara a alguien—.
- ¡No!, ¡no puede ser! —grité—, y comencé a asustarme al ver que la muñeca había perdido casi toda su cabeza.
Entonces, Jenny empezó a ponerse pálida, se veía algo malo en ella, un rostro tan desagradable y macabro que todos pondrían al ver algo que en verdad nos mataría del miedo. Pero, no sabía qué era lo que le provocaba estar de esa manera. Pronto, no supe más, todo se veía borroso, comencé viendo a Jenny, parecía que estaba haciendo una manualidad, y yo observando desde abajo, se veían sus dedos muy bien, entonces, el resistol empezó a resbalar por el lado de mi cara, ¡hay algo mal!… ¡¿Por qué ocurre esto?!..., parecía que estaba recibiendo un baño de pegamento.
Mi compañera Jenny, me alzó en los aires, sintiendo esa sensación de mariposas en el estomago. Comencé a ver la sala de mi casa, exactamente como estaba anteriormente, y al darme cuenta de que no podía moverme, me encerró en las vitrinas de cristal.
- ¡Gracias por liberarme de esa maldita prisión Jenny! —se escuchó una voz enseguida—, pero si se trataba de mí, ¿cómo era eso posible?, veía mi cuerpo llegar… entonces… ¿Quién era yo?, parecía un sueño lúcido.
- ¡Muy bien Nancy!, ¿pero donde está la verdadera Mónica ahora? —preguntó Jenny—, era increíble… ¡Nancy era el nombre de mi abuela! - Muy bien, esa linda muñequita ahora no se llama Nancy… ¡se llama Mónica!. Mis labios poseídos terminaron esa oración, y al final comprendí todo.
El espíritu de mi abuela se había quedado encerrado en la porcelana, ¡dios mío, cambiamos cuerpos!… ¡ahora yo soy la muñeca!.
"Maldiciones… en palabras,
en actos e, incluso, en porcelana,
se esconden".
Escrita y enviada por:
Héctor Jesús Cristino Lucas/Acapulco, Gro., México