Estaba yo un día comiendo en un restaurante con mis compañeros de trabajo. Recuerdo que me encontraba frente a uno de los televisores del mismo, pero nuestra entretenida conversación hacía que no estuviera atento en absoluto a lo que allí se narraba. Sólo cuando ví la fotografía de una vieja amiga quedé sorprendido, al mismo tiempo que preocupado, al referirse a una misteriosa desaparición de la misma desde hace unas semanas y de los desesperados esfuerzos de su familia por encontrarla.
Como comento, esta vieja amiga llamada Mariana, había llegado a conquistar mi corazón en un tiempo pasado, pero seguimos rumbos distintos en la vida y perdimos el contacto, pero se me comprenderá al decir la fraudulenta sorpresa que para mí supuso aquella noticia que hablaba acerca de su desaparición.
No obstante, mis menesteres laborales permitieron que aquel suceso cayera en el profundo abismo de los recuerdos perdidos. Pero una noche de sábado otoñal que me hallaba solo en mi casa, quizás leyendo algún viejo libro, oí el timbre de mi puerta sonar. No esperaba a nadie, por lo que mi sorpresa fue mayúscula, de modo que no dudé en mirar a través de la mirilla de mi puerta, y un sentimiento de suma alegría me inundó al poder reconocer el rostro de la perdida Mariana.
La invité a casa a cenar y mantuvimos una amena conversación como las que solíamos tener en el pasado, pero no pude evitar recordarle el suceso que había podido ver en la televisión acerca de su desaparición. Casi avergonzada, me dijo que sabía perfectamente el daño que había causado a su familia por este motivo, y me confesó que realmente había ido a mi hogar porque deseaba que la llevara de regreso a su casa. No quise preguntarle más acerca del asunto, y acepté conducirla al día siguiente a su domicilio cuando hubiéramos descansado algo, pues la madrugada se hallaba avanzada.
A las diez de la mañana del día siguiente partimos en mi coche, y un sentimiento de desesperación, cuya causa me era desconocida, se apoderó de mí, por lo que cometí algunas imprudencias con el automóvil. Llegamos cerca de una zona donde un magnífico lago reinaba sobre el paisaje, y mi amiga Mariana me pidió que parara un momento. Me insistió tomándome de la mano que la acompañara a través de los escabrosos matorrales que conducían a una especie de precipicio, en cuya parte inferior se hallaba el agua virgen del lago. Llegados al borde del barranco, no pude evitar la tentación de asomarme, en el instante en el que noté que la mano de Mariana dejaba de tomar la mía.
Sería inútil intentar explicar con las palabras justas el horror que me inundó al contemplar la macabra y horripilante escena que apareció ante mis ojos. Un cuerpo semidesnudo, enfundado en un saco de plástico transparente, se hallaba en la parte inferior del precipicio y en un avanzado estado de putrefacción, pero a pesar de su lamentable apariencia, sabía perfectamente de quién se trataba.
Sumergido en un estado que rozaba el ensueño sólo pude oír nuevamente, casi susurradas por el viento, unas palabras de ultratumba que reiteraban: - "¡llévame de vuelta a casa!, ¡llévame de vuelta a casa...!" y, casi sin poder mover mis extremidades, giré mi cuello, pero la única compañera que hallé en aquel horrendo paraje, fue a mi propia sombra.
Adaptación: Jazmine Dguez.
[bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva]
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