Era el año de 1992, Claudia vivía en pleno corazón de Santiago de Chile, con su familia compuesta por sus dos hijos de 14 y 9 años y su amado esposo Gerardo, de 36 años, igual que ella. Eran una familia de buena situación económica, ya que Gerardo trabajaba en una importante empresa, lo cual le daba la oportunidad de tener un buen vivir, incluso darse lujos como tener una linda casa en la playa, donde pasaban sus temporadas de verano.
Una tarde, Gerardo llamó a su esposa aproximadamente a las 18:00 hrs. para que preparara una rica cena, ya que llevaría a un amigo. Cuando el reloj marcó las 22:30 hrs. Gerardo llegó a casa, con Juan Carlos, su nuevo compañero de labores. Después de la presentación formal, Claudia se dispuso a servir la cena, y en la cocina ella le mencionó a su mejor amiga, que había invitado Claudia por su parte, que ese tal Juan Carlos que venía con su esposo no le gustaba nada, que había algo en él que le daba desconfianza y un temor que no se podía explicar. Su amiga le dijo que no se preocupara, que era sólo un compañero de trabajo, pero que si no era grata su presencia en su casa le pidiera a su esposo que evitara invitarlo a casa en futuras ocasiones.
Al cabo de unos días Gerardo comenzó a llegar tarde, a llegar ebrio, a evitar intimidad con su esposa e incluso a llamar desde lugares donde se oía claramente música y risas de mujeres, sólo para avisar que estaba en reuniones de trabajo. En quince años de matrimonio Claudia jamás había sufrido tanto como en esos momentos. Un día, tratando de aliviar tensiones, Claudia y su inseparable amiga prepararon un buen fin de semana, pero a Gerardo se le ocurrió invitar a Juan Carlos a último momento y el fin de semana se convirtió en un verdadero martirio.
Dos semanas después, como a las 19:00 hrs., llama Gerardo a su esposa, avisándole que llegaría nuevamente tarde porque tenía una reunión muy importante. Pero Claudia no se conformó con eso, instada por su sexto sentido, dejó a los niños en casa de su amiga diciéndole que después la llamaría para contarle.
Lo peor estaría por llegar... Claudia fue a la empresa de su esposo y le preguntó a la recepcionista por Gerardo, mayor fue su sorpresa cuando la secretaria le informó que su esposo no había trabajado en toda la tarde, avisando que se encontraba enfermo. Claudia no podía creer lo que le decían, así que se le ocurrió preguntar por Juan Carlos (el compañero de trabajo) y la señorita secretaria le contesta: - Lo siento Sra. Claudia, pero Don Juan Carlos fue despedido hace una semana. La mente de Claudia quedó en blanco, no se explicaba lo que sucedía, de repente una luz fugaz iluminó su mente y casi autónoma se subió a su coche y se dirigió a la casa de la playa que queda a más de dos horas de Santiago de Chile.
Durante el camino, únicamente fumaba a fin de tranquilizarse, era guiada sólo por instinto. Al llegar a la casa de la playa, el reloj marcaba la 01:00 a.m., como lo presentía, el auto de Gerardo estaba en el estacionamiento de la casa. Entró sigilosamente y sintió ruidos en la recámara. Se dirigió a ella, abrió de un golpe la puerta y se encontró con una escena horrible, por decir lo menos: su esposo amado estaba intimando con su ex compañero de trabajo: Juan Carlos. Claudia quedó inmóvil, su mente y su corazón no podían admitir la traición de su marido, de repente salió corriendo de la casa y se dirigió a un precipicio de casi 50 metros de altura que daba hacia rocas y furiosas olas de mar. Claudia no pensaba, sólo gemía y gritaba, no pensaba ni siquiera en sus pequeños hijos que estaban en ese momento con su amiga, inocentes de todo lo acontecido.
Una tarde, Gerardo llamó a su esposa aproximadamente a las 18:00 hrs. para que preparara una rica cena, ya que llevaría a un amigo. Cuando el reloj marcó las 22:30 hrs. Gerardo llegó a casa, con Juan Carlos, su nuevo compañero de labores. Después de la presentación formal, Claudia se dispuso a servir la cena, y en la cocina ella le mencionó a su mejor amiga, que había invitado Claudia por su parte, que ese tal Juan Carlos que venía con su esposo no le gustaba nada, que había algo en él que le daba desconfianza y un temor que no se podía explicar. Su amiga le dijo que no se preocupara, que era sólo un compañero de trabajo, pero que si no era grata su presencia en su casa le pidiera a su esposo que evitara invitarlo a casa en futuras ocasiones.
Al cabo de unos días Gerardo comenzó a llegar tarde, a llegar ebrio, a evitar intimidad con su esposa e incluso a llamar desde lugares donde se oía claramente música y risas de mujeres, sólo para avisar que estaba en reuniones de trabajo. En quince años de matrimonio Claudia jamás había sufrido tanto como en esos momentos. Un día, tratando de aliviar tensiones, Claudia y su inseparable amiga prepararon un buen fin de semana, pero a Gerardo se le ocurrió invitar a Juan Carlos a último momento y el fin de semana se convirtió en un verdadero martirio.
Dos semanas después, como a las 19:00 hrs., llama Gerardo a su esposa, avisándole que llegaría nuevamente tarde porque tenía una reunión muy importante. Pero Claudia no se conformó con eso, instada por su sexto sentido, dejó a los niños en casa de su amiga diciéndole que después la llamaría para contarle.
Lo peor estaría por llegar... Claudia fue a la empresa de su esposo y le preguntó a la recepcionista por Gerardo, mayor fue su sorpresa cuando la secretaria le informó que su esposo no había trabajado en toda la tarde, avisando que se encontraba enfermo. Claudia no podía creer lo que le decían, así que se le ocurrió preguntar por Juan Carlos (el compañero de trabajo) y la señorita secretaria le contesta: - Lo siento Sra. Claudia, pero Don Juan Carlos fue despedido hace una semana. La mente de Claudia quedó en blanco, no se explicaba lo que sucedía, de repente una luz fugaz iluminó su mente y casi autónoma se subió a su coche y se dirigió a la casa de la playa que queda a más de dos horas de Santiago de Chile.
Durante el camino, únicamente fumaba a fin de tranquilizarse, era guiada sólo por instinto. Al llegar a la casa de la playa, el reloj marcaba la 01:00 a.m., como lo presentía, el auto de Gerardo estaba en el estacionamiento de la casa. Entró sigilosamente y sintió ruidos en la recámara. Se dirigió a ella, abrió de un golpe la puerta y se encontró con una escena horrible, por decir lo menos: su esposo amado estaba intimando con su ex compañero de trabajo: Juan Carlos. Claudia quedó inmóvil, su mente y su corazón no podían admitir la traición de su marido, de repente salió corriendo de la casa y se dirigió a un precipicio de casi 50 metros de altura que daba hacia rocas y furiosas olas de mar. Claudia no pensaba, sólo gemía y gritaba, no pensaba ni siquiera en sus pequeños hijos que estaban en ese momento con su amiga, inocentes de todo lo acontecido.
Se acercó peligrosamente hasta la orilla, con una idea fija en la mente: suicidarse, acabar con su vida de una sola vez. Cuando estaba tomando su último aliento de fuerza para hacerlo... una mano se posó en su hombro. En la oscuridad pudo notar el rostro pálido de una muchacha joven de unos 19 años de edad, que le impidió que diera su salto mortal. La muchacha la sentó junto a ella en una roca, le pasó por los hombros su chamarra negra de cuero para abrigar a Claudia, quien estaba desconsolada y, con una voz muy suave, le dijo así: - Hey! enfrenta la vida, no enfrentes la muerte porque nunca ganarás, a la vida tienes que encararla, ya que tienes hijos que te ayudarán espiritualmente a conseguirlo, no lo hagas, por favor. Claudia la miró y lloró sin parar; cuando se calmó un poco, le preguntó: - ¿Quién eres tú?, ¿de dónde saliste?, ¡no te oí llegar!. La muchacha le dijo: - ¡Eso es lo de menos!, lo que realmente importa es que tú te vayas a tu casa y descanses, sólo te diré que yo vivo en esa colina que está frente a la playa, en una casa rosada con muchas flores en su jardín, vivo con mi madre y siempre visito este lugar.
Al cabo de unas horas de conversación Claudia se dió cuenta que amanecía, y se despidió de la muchacha. Subió a su auto y se iba a dirigir de vuelta a Santiago de Chile cuando su amiga la encontró, ya que estaba preocupada porque no sabía nada de ella, por lo que había tomado su camioneta para dirigirse a la playa acompañada de los dos hijos de Claudia; cuando Claudia la vió se tiró a sus brazos y le narró todo. En un momento le pidió que la acompañara a la colina para devolver la chaqueta de la desconocida que momentos antes la había ayudado.
Llegaron a la única casa rosada que había y tocaron la puerta. Salió una mujer muy amable, de unos 60 años, a quien le preguntaron por la muchacha y se extrañó muchísimo. Las hizo pasar a su casa y les llevó una fotografía... Claudia la reconoció inmediatamente y la bondadosa mujer, con lágrimas en los ojos, les contó que era su hija Mercedes quien, con sólo 19 años se suicidó desde el precipicio. Claudia no comprendía lo que estaba escuchando, sólo lloraba más y más... la mujer reconoció la chamarra de cuero y les dijo que era la misma que Mercedes llevaba puesta cuando se mató. Al cabo de unos minutos se regresaron a Santiago.
Claudia jamás volvió a ver a su esposo, pero, lamentablemente, a principios del 2001, en el mes de junio, Claudia murió luego de haber enfrentado una dura batalla contra un cáncer hepático, con lo cual, queda demostrado que siguió los sabios consejos de aquella desconocida del precipicio.
2 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]:
ALMAS EN PENA
SEEE
EN OCASIONES SUELEN AYUDAR,
DEPENDE DE EL
PORQUE SIGUEN EN
NUESTRO PLANO
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DULCES Y FRIAS LUNAS.
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Madelein_FoxyGirl:
Sigue siendo un misterio el por qué las almas en pena ayudan a los vivos en estos casos... quizá estén pagando algún karma por la manera en que se quitaron ellos mismos la vida [como en el caso de este relato], quién sabe, pero eso es lo que yo he pensado al respecto.
¡Gracias por tu visita!
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