Era una madrugada más en la Ciudad de México, pero lo que hacía a esta noche especial era que se sentía más fría y más oscura que otras y un taxista se disponía a regresar a su casa después de todo un día de arduo trabajo. En la calle ya no había gente deambulando, pero al pasar frente a uno de los cementerios de la ciudad, se percató de que una chica le hacía la parada, éste se siguió debido a que se encontraba exhausto, además de que ya era muy tarde para hacer otra dejada.
Sin embargo, a los pocos segundos reflexionó y pensando en su sobrina de 17 años que había sido asaltada tres años atrás, pensó: "pobre chica, no la puedo dejar ahí expuesta a no se qué miserable" y, acto seguido, retrocedió su vehículo hasta llegar a ella, quien parecía tener aproximadamente 18 años. Al contemplar su rostro, el taxista sintió un frío intenso y cierto sobresalto, al que no le dio demasiada importancia, pues la niña era dueña de un rostro angelical, inspiraba pureza, de piel blanca, cabello sumamente largo, de complexión delgada, facciones finas, con unos grandes ojos color marrón, pero infinitamente tristes, tenía puesto un vestido blanco de encaje y en su cuello colgaba un relicario bellísimo de oro.
El taxista acongojado le preguntó hacia dónde se debía dirigir y ella le respondió que quería que la llevara a visitar siete iglesias de la ciudad, las que él quisiera; su voz era suave, muy triste, pero dejaba notar un tono muy extraño, que le dejó una sensación de cierto miedo y misterio.
El conductor del taxi la llevó a cada una de las siete iglesias sin replicar, en cada una ella pasaba cerca de tres minutos y salía con una expresión de serenidad y tranquilidad, pero sin abandonar de sus ojos esa mirada de profunda tristeza.
Al final del paseo, ella le dijo al conductor del taxi: - Discúlpeme si he abusado mucho de su bondad, mi nombre es Isabel, no tengo dinero para pagarle en este momento, sin embargo le dejaré este relicario, pero antes quisiera saber si me podría hacer un último favor: Vaya a la colonia del centro, en esta tarjeta está anotada la dirección donde vive mi padre, entréguele mi relicario y pídale que le pague su servicio, ah!, y dígale que lo amo en el alma y que no se olvide de mí. Ahora déjeme donde me recogió, por favor.
El taxista se sintió como en un trance, en donde actuaba automáticamente a la petición de la chica, y la dejó ahí, frente al cementerio donde momentos antes ella lo había abordado. El hombre se fue a su casa, pero se sentía mareado, le dolía intensamente la cabeza, y su cuerpo le ardía por la fiebre que empezaba a tener, su esposa lo atendió de ese repentino mal, duró así tres días.
Cuando se recuperó, trajo a su mente lo que le sucedió en su última noche en el taxi, recordó a la jovencita angelical de las iglesias y también la petición que ella hizo y pensó que todo había sido muy raro, supuso que quizá ella se había fugado de su casa, pero ¿por qué la había recogido y regresado a aquel cementerio?, ¿de qué se trataba realmente todo eso?, de pronto pensó en el relicario, al tiempo que dirigía su mirada a su mesita de noche, donde noches antes lo había dejado. Ahí estaba la joya que, aunque estaba un poco sucia de tierra, se distinguía por su brillo y metal precioso.
Se paró súbitamente, tomó su taxi y fue a la dirección que le diera la chica, pero no con la intención de cobrar por el servicio que había quedado pendiente, sino de descubrir la verdad detrás de ese misterio que le inquietaba, que le estremecía extrañamente y que no le había dejado en paz desde entonces.
Tocó a la puerta de madera, era una casa grande, estilo colonial, antigua, de esas que caracterizan a las de esa zona de la ciudad; entonces abrió un hombre de edad avanzada, alto y con unos ojos como los de Isabel en rasgos, pero sobre todo idénticos en su aspecto triste. El taxista le dijo a ese hombre: - Disculpe señor, vengo de parte de su hija Isabel, ella solicitó mis servicios hace tres noches, me pidió que la llevara a visitar siete iglesias y, luego de hacerlo me dejó su relicario como prenda para que usted me pagara.
El hombre al ver la alhaja rompió en un inconsolable llanto, hizo pasar al taxista y le mostró un retrato.
- ¿Es ella la chica de la que me habla? —le preguntó el hombre—.
- Sí ella es, con ese mismo vestido —respondió el taxista—.
- No puede ser, precísamente hace tres noches mi querida hija cumplió siete años de muerta, falleció en un accidente automovilístico y este relicario que le dio fue sepultado con ella y ese mismo vestido, el mismo de la foto, que era su favorito... ¡hija, perdón, debí haberte hecho una misa, debí haberme acordado de tí, debí...!.
El hombre lloró, lloró y lloró como un niño, el taxista estaba pálido, pasmado de la impresión, ¡había convivido con una muerta!... eso lo explicaba todo.
Volviendo de su estupor, le dijo al padre de Isabel: - Señor, yo la ví, yo hablé y conviví con ella durante el servicio que le brindé; ella me dijo que lo amaba, que lo amaba mucho, y que no se volviera a olvidar de ella, creo que eso le dolió mucho.
Se dice que el padre de Isabel recompensó al taxista obsequiándole toda una flotilla de taxis para que iniciara un negocio propio, todo en agradecimiento por haber ayudado a su niña adorada a visitar las iglesias en su aniversario luctuoso.
9 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]:
Buen relato, aunque el final algo previsible, lo que no le quita el interés
Distintas variantes he escuchado de esta historia, sea cual sea, no estaría de noche en un cementerio, por mucha mentalidad científica que tenga
buen post
un abrazo
educavent:
No hay espacios más silenciosos, más húmedos, más fríos y de aspecto casi infinito que los cementerios porque es ahí el único lugar en donde se prueba de manera irrefutable la única certeza que se tiene respecto al futuro: la muerte, pero no por ello deja de ser tenebroso y escalofriante visitarlo de noche (me imagino que de ahí tu comentario).
Me alegra saber que el post te haya parecido bueno. ¡Gracias por tu visita!
Otro abrazo para tí,
Me encanto el relato!! siempre te leo.
Dafne
No sabes como me ha asustado la araña de tu blog, Dios Santo, que miedo. Suerte.
Dafne:
¡Agradecida estoy de que me leas!.
Basurero Usurero:
Un saludo y gracias por visitarme, ¡eres bienvenido!
Un abrazo para ambos,
Jooo q bueno Jazmine...la verdad es q engancha, y aunq el final me lo esperaba, me gusto mucho... no dejes de escribir, a mi me encanta leerte... Besitosssss
Lulù:
¡Eres una adorada!, ¡gracias por lo que me comentas!.
Besos,
Me parece que había o sabía de una historia similar, alguién me la habrá contado, aunque tampoco había alajas de por medio, en fin, beun relato Jazmine, el final de la muerta si era un tanto predecible, lo que me sorprendería es que en realidad le hayan reghalado toda una flotilla de taxis, ¿se considera suerte despues de convivir con un muerto?
Un gusto pasar a leerte.
Saludos
Amorphis:
¡El gusto es mío! respecto a tu comentario, supongo que el padre de Isabel debió haber sentido tanto remordimiento por haber olvidado a su hija en su aniversario luctuoso que sintió que, de alguna manera, bañaba sus culpas obsequiando la flotilla de taxis.
En fin... este tipo de leyendas tienen demasiado parecido entre sí, de ahí que tengan mucho de predecibles.
Un abrazo,
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