Encima de una gran roca, frente al sucio, oscuro y tenebroso pantano se encontraba Darling, junto a sus dos mejores amigas: Brenda —quien parecía mostrar sus ojos temerosos al lúgubre panorama que se podía apreciar con certeza escalofriante— y Mago —aquella que no podía soportar un instante más en ese lugar, pues daba la impresión de que los demonios carroñeros saldrían de los charcos lodosos para empezar a comérselos a todos, lenta y dolorosamente sin dejar ni los huesos de aquellos inocentes niños que no saben de los peligrosos entes desconocidos que habitan en los diferentes planos astrales—. Los tres lo contemplaban desde arriba del risco.
- ¿Así que este es el famoso pantano embrujado? —preguntó Darling mientras se inclinaba al suelo para tomar una pequeña roca cercana a su pie derecho, lleno de seguridad, sin titubear, y sin dejarse de intimidar por el sombrío aspecto que poseía el entorno—.
- Todos dijeron eso en la escuela, incluso de aquellos enanos que no paran de saltar en los árboles, o las voces que te llaman por tu nombre, esas que no te dejan de sonar en los oídos, sin darte cuenta de que vas siguiéndolas… y cuando reaccionas, te encuentras perdido en medio del pantano. La voz de Brenda, quien explicaba los aparentes sucesos que ocurrían en el lugar, empezaba a cortarse, el miedo que causaba con tan sólo ver el pantano, producía un intento desgarrador, para no volver jamás.
- Yo no me quedo, han contado tantas cosas terribles de este lugar, que no quisiera comprobar si son ciertas o no —menciona Mago, postrando su semblante inquietante, y lleno de angustia, queriendo salir despavorida de ese terrible contorno espectral—.
- ¿Qué opinas tú Darling? —le pregunta Brenda mientras voltea a verlo junto con Mago, esperando una respuesta de su amigo, quien parecía estar concentrado, mirando atentamente lo lejos que llegaba el pantano—.
- Pues no, a mi no me da ni un poco de miedo… aceptaré la apuesta de Renzo, si en verdad existe una copa de oro custodiada por el espectro de un maligno guerrero antiguo en el pantano, la traeré sin preocupaciones y de inmediato. Con esa gran confianza por parte de él, arroja su pequeña piedra a los charcos del pantano, sin temor a poder despertar a las posibles fuerzas oscuras que parece permanecían estar dormidas en lo más profundo de esas tierras maquiavélicas.
- ¿Estás seguro de eso?, los rumores cuentan de que el espectro aún sigue vagando nuestro mundo y visitando el infierno también, deseando quedarse, pero no puede, pues su misma ambición de que no le robaran la muy valiosa copa de oro lo llevó a su muerte, si se la robas, estarás en graves problemas —le advierte Brenda seriamente—, parecía que se tomaban muy en serio las leyendas locales en esos parajes.
- Renzo es más que un mentiroso, ¿recuerdas la apuesta que me hizo al quedarme una noche despierto en la mansión de la abuela Tosh?, no ocurrió nada, ni siquiera escuchamos los supuestos sonidos de las tazas de porcelana al romperse, es por que nada de eso existe, ¡absolutamente nada!. La seguridad que Darling producía en sus palabras, parecía darle una postura del más valiente en la zona.
- Ganaste esa apuesta, y también la de tocar la campana de la iglesia abandonada —menciona Mago impresionada por la valentía de su amigo—.
- Fue divertido, y decían que aparecían monjes que se llevaban el alma de aquellos que se atrevían a entrar a los dominios de la iglesia…, ¡sí, claro!, son sólo patrañas, inventos de la gente… nada de eso puede ser real, por algo soy el número uno en la clase de física —sonríe Darling sin preocupación o estrés alguno en su forma de expresión—.
- Pero esto es diferente, hay personas que dicen haber visto cosas tan horribles por este pantano, que no saben cómo describirlas. —le replica Brenda con una preocupación notoria—.
- Pero esto es diferente, hay personas que dicen haber visto cosas tan horribles por este pantano, que no saben cómo describirlas. —le replica Brenda con una preocupación notoria—.
- Claro que no… puentes, casas, iglesias y pantanos embrujados sólo los he podido conocer en libros de terror baratos y muy malos por cierto —dice Darling vomitando, incluso, su seguridad ante todo lo insólito—.
- Pues aún sigo dudando, has ganado mucho dinero con las apuestas de Renzo, creo que este es el último lugar supuestamente encantado en la ciudad —dice Mago, quien no dejaba de contemplar el horripilante paisaje—.
- Sí, lamentablemente el último, imagina cuánto dinero perdería el tonto de Renzo, sólo por creer en estas locuras —dice el valiente con algunas risas mientras comienza a alejarse de la orilla del risco—.
- Espera, ¡no nos abandones aquí! —dice Brenda quien, junto con su amiga, comenzó a seguir a Darling para marcharse del pantano embrujado—.
Los tres salieron del apartado lugar fangoso, adentrándose nuevamente a las calles de la ciudad.
- Tengo un mal presentimiento —mencionó Mago en voz baja mientras caminaban sobre la banqueta—.
- No es para tanto, recuerda bien estas palabras, ¿de acuerdo?: ¡yo no le temo a nada! —gritó Darling sin importar cuanta gente lo viera, él parecía tener tanta confianza en su esceptisismo, que era sorprendente—. Pero justo en ese momento, apareció frente a él, su ya conocido apostador compañero de clases: Renzo.
- Mira a quién tenemos aquí, pero si es el señor pantano embrujado, ¿crees que, con tan sólo verlo, me intimidaría?, por favor, necesitas algo mejor. —dice Darling lleno de seguridad en sus palabras—.
- Veo que ni siquiera un pequeño temblorcito te causó el pantano embrujado, eso quiere decir que aceptas mi apuesta. —le dice Renzo con una normal sonrisa en su rostro—.
- Te acepté la apuesta, incluso, antes de venir, ten listo el dinero para mañana, pues cuando comience a anochecer, entraré al pantano y seguiré el camino lodoso en donde dicen que te lleva hasta la copa de oro —así, Darling extiende su mano justo enfrente de Renzo, símbolo de pactar con la apuesta que se habían propuesto ambos—.
- ¡Claro! —responde el apostador cerrando la propuesta al estrechar la mano de Darling—.
Brenda y Mago eran las únicas testigos en el asunto, ya se había comenzado con un trato que no se podía romper; ese día Darling durmió sin preocupación, cosa que sus amigas no pudieron conciliar de inmediato.
Al día siguiente, ya casi cuando el sol parecía meterse en el horizonte de unas grandes montañas, el joven valiente se apresura a llegar hasta el pantano, montado en su bicicleta todo terreno, pero claro, mostrando su cara llena de seguridad y sin ningún rastro de temor.
Y por fin, llegó a su destino, justo en el risco de la gran roca se encontraban ya sus queridas amigas, así como también Renzo, quien parecía impaciente al poseer sus brazos cruzados.
- Muy bien, entraré cuando quieras —le dijo Darling deteniendo su bicicleta al lado de los tres—.
- Creí que te habías arrepentido, pero veo que en realidad no le temes a nada, ¿cierto Darling? —preguntó Renzo mientras saca de su bolsillo un collar lleno de plumas blancas, para colgárselo de inmediato—.
- Claro, no le temo a nada… ¿Por qué demonios te pones esa cosa? —le preguntó el valiente nuevamente—.
- Voy a entrar contigo, quiero asegurarme de que podamos llegar hasta la copa de oro, el collar con plumas blancas me ayudará a alejar a los malos espíritus del pantano —dijo Renzo sintiéndose seguro de su artilugio—.
- Como quieras, da igual, apuesto a que nada es real —menciona Darling sin dejarse intimidar aún—.
- No lo sé, ¿por qué mejor no anulamos esta tonta apuesta? —preguntó Mago en medio de la charla interesante—.
- ¡Ni pensarlo!, este es el último reto; si gano, Renzo tendrá que admitir que, en realidad, Darling no le teme a nada —menciona el orgulloso y, a la vez, valiente joven que no parecía detenerlo nada—.
- Está bien, pero comiencen a entrar de una vez, antes de que se haga más tarde todavía —dijo Brenda— y así se hizo, los dos jóvenes bajaron el pequeño risco de la roca, Darling acompañado con su bicicleta a su costado derecho y Renzo con su collar de plumas blancas en el cuello.
- ¡Si anochece regresen lo más pronto posible! —les gritó Mago desde arriba, cuando apenas ambos se empezaban a adentrar—.
- ¡No te preocupes!, ¡yo lo tendré todo bajo control! —le contestó Darling orgullosamente, mientras se detuvo por un momento—.
- ¿Qué es lo que te hace sentir tan valiente? —le preguntó Renzo en voz baja, mientras se detuvo por un momento también, su acompañante lo regresó a ver inmediatamente, un tanto molesto por lo que le había dicho—.
- El simple hecho de no creer en todo lo que cuentan, en ignorar los falsos rumores de las personas y, lo más sencillo: estudiar física por horas, todo de lo que hablan, viola las reglas de esta vida —menciona el incrédulo, valiente, orgulloso, y ahora inteligente, Darling, mientras que ambos continúan su caminata por el camino lodoso del pantano—.
- ¿Pero cómo es que conoces por completo a la vida?, o al menos ¿cómo aseguras de que sólo existe nuestra realidad, y no otra? —le replica Renzo, que al parecer sus creencias se inclinan más hacia lo desconocido—.
- Por el simple hecho de investigar, de informar con hechos, con bases, con pruebas, no con las tonterías que salen en la televisión o en los cines —le responde Darling con términos aparentemente lógicos—. Así la charla, discusión o debate, continuó por todo el camino, olvidando cuál era la motivación de estar recorriendo el pantano, como también el anochecer empezó a tomar papeles en el asunto.
Después de un considerable tiempo de luchas entre pensamientos, ideas y creencias, ambos se percataron de algo…
- Darling espera… el camino lodoso, ¡mira! —le exclama Renzo, donde parecía que todo había llegado a su fin, mientras que en frente se podía apreciar una cueva, una oscura, sombría y temible cueva—.
- Estupendo, es ahí en donde se supone que debe encontrarse la copa, ¿no? —le pregunta Darling mientras recarga su bicicleta en el muro de una roca—.
- Supongo que sí, es hasta donde nos lleva el camino lodoso —dice Renzo sin quitarle la mirada a la cueva—.
- Pues ¿qué esperamos?, ¡entremos!.
Con seguridad, Darling empieza a introducirse a la oscura abertura, con su acompañante siguiéndolo por detrás. Al adentrarse, el cambio se podía notar, entre el calor extraño hasta el frío incontrolable que se podía respirar desde adentro, la oscuridad parecía taparles la vista por completo.
- Es demasiado oscuro, ¿no crees que deberíamos regresar? —le pregunta Renzo sin dejar de caminar por la inmensa cueva—.
- Olvídalo, llegamos hasta aquí solamente para probar algo, y no nos iremos hasta que lo escuche de tu boca.
Así, una destellante luz se formó, se trataba de una pequeña linterna, cortesía de Darling.
- Como quieras, menos mal que trajiste algo de utilidad, algo que no sea solamente tu presunción y orgullo —le dijo Renzo con algunas cuantas risas—.
- ¿Qué dijiste?, no puedes burlarte así como así —dijo Darling mientras lo empuja levemente—.
- Sólo digo la verdad —le contestó Renzo devolviéndole el empujón—.
- ¡Ya basta! —le gritó Darling empujándolo el doble de fuerte, pero esta vez tomó por equivocación el collar de Renzo, rompiéndolo de su cuello inmediatamente mientras que él chocaba contra la pared rocosa—.
De pronto, algo se escuchó caer al suelo, la luz de Darling se dirigió hasta el sonido, increíblemente se logró apreciar al alumbrarlo, que se encontraba la inigualable copa de oro.
- ¡Es la copa! —gritó Renzo lleno de emoción—.
- ¿La copa?... eso quiere decir… ¿Qué todo es cierto?... —preguntó Darling y después mantuvo un silencio perturbador, seguido por unos extraños sonidos provenientes de la oscuridad que les acompañaba—.
- ¿Qué sucede?, ¿Qué es eso? —preguntaba Renzo lleno de temor también—.
- ¡No lo sé!, ¡pero hay algo aquí que tocó mi hombro! —gritó Darling lleno de terror, pues comenzaron a notar que no estaban solos—.
El valiente joven se inclinó de nuevo a recoger la copa de oro, y queriendo volver para salir de la cueva empezó a correr, pero no llegó muy lejos pues se tropezó con un bulto en el suelo y al mismo tiempo se empezaron a emitir los gritos desgarradores de Renzo. La linterna rodó por el suelo, hasta detenerse a un punto fijo, el cual alumbraba el rostro repleto de sudor y sangre de su acompañante aterrorizado justo a su lado mientras decía:
- ¡Darling…! ¡Darling…! ¡no tengo mi collar…! ¡no lo tengo…! —esas palabras llenas de horror y pánico fueron las que se escucharon de parte de Renzo, puesto que después, un ruido pesado y fuerte empezó a hacerse presente. Se dio cuenta de que algo se estaba llevando a su compañero, algo que no se podía apreciar por la oscuridad en ese gran agujero—.
El joven ignoró su valentía, ignoró su orgullo, ignoró, incluso, toda explicación lógica que había leído en sus libros y, también, la misma con la que había logrado aprobar todos sus exámenes en la escuela, pues aterrorizado y mudo por completo, salió despavoridamente de la cueva.
- ¡Darling!, ¡Darling!, ¡regresa!, ¡no me dejes! —fueron los últimos gritos en la cueva, pues de pronto, todo parecía haberse silenciado en un santiamén escalofriante—.
El incrédulo escapó, dejando atrás la linterna, su bicicleta, la copa y al mismo Renzo…
Desde entonces, todos cuentan esta historia en cada campamento con una fogata en medio. Muchos buscaron al pobre que había desaparecido en la cueva, pero ni sus restos se han hallado, algunos dicen que el espectro se comió hasta sus huesos.
Mago y Brenda pudieron observar llegar a Darling, totalmente pálido, desesperado, jadeante y en completo shock; cuando ambas le preguntaron lo que había ocurrido, increíblemente se dieron cuenta de que no pudo decir ninguna palabra, desde ese día jamás volvió a hablar, se convirtió en un mudo.
Desde entonces, todos cuentan esta historia en cada campamento con una fogata en medio. Muchos buscaron al pobre que había desaparecido en la cueva, pero ni sus restos se han hallado, algunos dicen que el espectro se comió hasta sus huesos.
Mago y Brenda pudieron observar llegar a Darling, totalmente pálido, desesperado, jadeante y en completo shock; cuando ambas le preguntaron lo que había ocurrido, increíblemente se dieron cuenta de que no pudo decir ninguna palabra, desde ese día jamás volvió a hablar, se convirtió en un mudo.
De la copa de oro, nadie supo nada, de la bicicleta se hallaron sólo partes de ella y si crees que fue todo lo ocurrido, te equivocas, pues aquel que fue alguna vez 'El Valiente Darling', pasó a ser ahora el más cobarde que jamás se pudo haber conocido, ya que, desde aquel entonces, le teme a todo lo existente, incluso vive temiéndole profundamente… hasta su propia sombra…
"Cada uno posee sus propios miedos,
el simple hecho de decir que no le tememos a nada,
ni siquiera un poco…
es por que llegaremos a temerle a todo".
Escrita y enviada por:
Héctor Jesús Cristino Lucas/Acapulco, Gro. México
2 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]:
Que tal¡¡¡
me encanta como se ve aquí mi obra, sin lugar a dudas, espero seguir contribuyendo con las historias, cuando las necesites recuerda que aquí estaré presente, un gusto visitarte.
Como siempre les dejo mi página web para que le den un vistazo a más historias de terror de mi autoría, usted me hace sentir como pieza importante en esta mansión encantada...
¡Estupendo!
Héctor Jesús Cristino Lucas:
Estoy maravillada por tu manera y estilo al crear ¡vaya que tienes talento!... sé que ya te lo he dicho, pero creo que nunca es demasiado.
Mis respetos, cariños y gratitud para tí por todo lo que aportas —además de tu gran amistad—.
Un abrazo,
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