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Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva]
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La Mansión Encantada

Mi Novio era un Fantasma

miércoles, 30 de diciembre de 2009



Yo estudiaba la preparatoria en la Escuela Lázaro Cárdenas en Tijuana, B.C.N., México, donde en realidad no conocía a mucha gente de la escuela, ya que por ser muy grande eso me resultaba complicado, incluso es difícil ubicar a tus amigos, al menos que se ponga uno de acuerdo con ellos en verse en algún lugar de ahí.  La escuela es grande debido a que hace mucho tiempo fue un casino y tenía hotel, alberca, etc., así que ya se imaginarán a qué me refiero.

El punto es que estando yo en el 4to. semestre conocí a un muchacho que decía estudiar allí en 6to. semestre.  Yo nunca antes lo había visto.  Él era un tipo muy apuesto: alto, de cabello castaño e inmensos ojos azules.  Mis amigas nunca lo conocieron, lo que sabían de él era por referencias mías, por cómo lo describía físicamente, qué semestre estaba él cursando, etc.  Lo más raro era que cuando yo pretendía presentarlo ante ellas, él me evadía siempre excusándose con que tenía prisa y ya se tenía que ir, que tenía clase, que en seguida regresaba porque tenía cosas pendientes que no podían ser antepuestas, etc., por eso jamás se los pude presentar en la dos semanas que anduvimos.

Principalmente les voy a decir cómo fue que lo conocí.  Un día yo estaba en la cafetería desayunando y él se me acercó saludándome como si ya me conociera. Me dijo: -¡Hola Judith!.  Y yo lo corregí de inmediato diciéndole que no era "Judith", sino que mi nombre es Karina y él sólo me sonrió y se sentó al lado mío.  Después me dijo con estas palabras: -¿Sabes?, te he echado mucho de menos, pues no puedo estar sin tí.  Yo me asombré y le repetí de nuevo diciéndole:  -Hey! que yo no soy Judith, me estás confundiendo.  Él no me respondió nada al respecto, sólo se levantó de la silla y se me quedó viendo, al tiempo que me decía: -Voy a pasar por tí a tu casa a las 19:00 hrs. No me dejó ni hablar, cuando lo quise hacer, él ya se había ido.  Yo estaba extrañada, pero después del transcurso del día y por mis ocupaciones escolares se me fue olvidando poco a poco el asunto.

Luego, estando en mi casa, justo a las 19:00 hrs. escuché sonar el timbre, abrí la puerta y ante mi asombro estaba él y me dijo: -¡Hola Judith!, y le volví a contestar con enojo: -¡Yo no soy Judith, y no sé qué pretendes lograr con esto, ni me interesa, así que déjame en paz!.  Le quise cerrar la puerta, pero él la detuvo, y me dijo: -¿Por qué te enojas?.  Me quedé callada.  A decir verdad, él me ponía muy nerviosa y no sabía qué más decirle.  Él me miró con profunda ternura y me sonrió muy dulcemente.  Me dijo: -Ven, vamos a caminar al parque que tanto nos gusta. Yo seguía muy confundida, por lo que me atreví a preguntarle: -¿A cuál parque?.  Él me tomó de la mano y me dijo: -Anda, ¡ya ven!, y yo me fui con él, ya que, finalmente, pensé que sólo era una rara estrategia suya para poder conquistarme.  Yo le pregunté cómo se llamaba y me dijo que se llamaba José Salgado, luego se rió y me dijo: -Si ya sabes mi nombre, ¿por qué me lo preguntas?, ¿a qué estás jugando?, ¿por qué has estado tan rara conmigo?.  Yo le seguí el juego y le respondí: -Está bien, discúlpame, ya no voy a ser tan grosera contigo.  Después me sentí tan extraña y le pedí que me llevara a mi casa, pues en todo el tiempo tuve un poco de miedo de estar con él a solas.  Me llevó a mi casa y, al despedirse, me dijo: -Mañana te veo en la escuela.  Al día siguiente lo volví a ver.  A la escuela me llevó un ramo de rosas y me dijo que me amaba, que era el amor de su vida y que no podía vivir sin mí.  Hasta ese momento yo ya me estaba sintiendo conquistada por él, además, me gustaba mucho.

Pasó una semana y yo lo seguí viendo todos los días, pero siempre sólo por ratos, para entonces ya nos tratábamos como novios, pese a que él nunca me lo pidió directamente.  Como yo no sabía dónde vivía  un día le dije: -¿Por qué no me llevas a tu casa para conocer a tu familia?, él me dijo: -Pero si ya la conoces.  Me quedé sorprendida y un tanto atemorizada, pero de nuevo le seguí el juego para ver hasta dónde llegaba y le dije: -Bueno, entonces llévame a tu casa para saludarlos.  Y así fue, me llevó, pero no pude conocer a sus papás ni hermanos porque no estaban en la casa en el momento en que llegamos a ésta.

Un día llegó llorando y reclamándome que por qué lo había traicionado si yo era el amor de su vida.  Yo le dije que no sabía de qué estaba acusándome, pues yo soy una persona leal.  Me sujetó del cuello y me quiso ahorcar.  Me aterroricé como nunca en mi vida.  Se puso como loco.  Después de eso no lo volví a ver más, no me volvió a buscar y, aunque mi decisión de no perdonarle sus arrebatos ya estaba tomada, yo necesitaba saber de él, quería saber cómo estaba, por qué había actuado así conmigo, necesitaba una explicación; así que empecé a buscarlo.  Fui a los salones del 6to. semestre a preguntar por él y en ningún salón estaba, nadie lo conocía, pero no me dí por vencida, al otro día fui a su casa —a la que anteriormente él me había llevado— y me encontré con que esa casa estaba abandonada.

Pregunté a una vecina y me dijo que la familia que vivía en dicha casa se había marchado dejándola totalmente amueblada hace mucho tiempo y que se tuvieron que alejar de esa ciudad, dejando sus pertencias, debido a que les había afectado inmensamente el trágico fallecimiento de uno de sus hijos que había muerto 7 años atrás y no querían llevarse nada que se los recordara.  Yo le pregunté a qué hijo se refería y me respondió que a José.  Lógicamente, yo no lo podía creer, creía que me estaba volviendo loca.  Le platiqué todo lo que me había pasado y me dijo que él tenía una novia llamada Judith, pero que ella lo había engañado con otro chico, luego él se sumió en total depresión y melancolía y, a los pocos días, se suicidó en esa misma casa.  José estudiaba en esa escuela junto a su novia, y me dijo la señora que yo me parecía mucho a ella, al grado de que ella misma, cuando me vió, había creído que era la propia Judith la que preguntaba por las personas de aquella casa.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, diciembre 30, 2009 4 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Relatos Inexplicables del Más Allá

Porcelana Maldita

lunes, 14 de diciembre de 2009


Ahí se encuentra la más antigua, curiosa y extraña superstición que adorna mi hogar, portando un largo, elegante y singular vestido rosa con flores amarillas, sus rizos dorados son lo mejor, amarrados por un moño de color rojo fuerte… sin dejar pasar su sonrisa tan llamativa y esa mirada ida que deja sobre la sala; en lo alto del mueble en donde se encuentra el televisor, es lúcida dentro de unas vitrinas transparentes.

Sin duda alguna, es la famosa muñeca de la familia. Mi abuela (que en paz descanse, por cierto) la llamaba, porcelana maldita, ya que, obviamente, era una preciosa muñequita hecha de porcelana; antes de fallecer, se la entregó justamente a mi madre porque existe una supuesta superstición que se ha ido conservando de generación en generación.

No lo había sabido hasta ayer mientras cenábamos todos, después de un par de semanas después de la perdida de mi abuela, había notado que mi madre había colocado esa bonita muñeca en el mueble, entonces salió mi pregunta y recibí mi respuesta, la cuestión es extraña, cuenta esta leyenda de que hay un espíritu maligno encerrado en la porcelana y que si alguien lo llegase a romper… una espantosa maldición se desataría al responsable.

Aún no sé por qué, ni cómo, o cuál era la razón de esa maldición que tiene la familia de mi madre, primero dije que todo era falso, o al menos eso es lo que creía, puesto que al seguir preguntando para desaparecer mis dudas, parecía que ella evadía todo, cambiando de tema o simplemente haciendo otras cosas, había algo raro, pero también interesante en esa muñeca de porcelana.

El timbre sonó de inmediato, y yo reaccioné, pues me encontraba frente a frente con mi mirada pegada a la muñeca, parecía que te hipnotizaba por completo, pero volví a la realidad y me dirigí a abrir la puerta… que sorpresa, se trataba de Jenny, una compañera del colegio, nunca me había visitado, incluso me sorprende que haya sabido mi dirección.

- ¡Hola Mónica!, ¿Cómo te va? —preguntó Jenny con algunos titubeos, mostrando un semblante inseguro en su sonrisa forzada—.
- Bien… muy bien, ¡gracias! —respondió—.
-Es raro verte por aquí, ¿ocurre algo?, —le pregunté para llegar al grano, mientras me recargaba en la puerta—.
- Mañana tenemos tarea de algebra, y me habían comentado que asistes a unos cursos especializados —me respondió Jenny—, como era de esperarse, el interés de una persona la llevó a otra… es decir, hasta a mí. - Oh!, supongo que me han visto cargando libros en medio de la calle, ¿no es así?, bueno, no te preocupes, con gusto te ayudaré con la tarea… pasa, mis padres están dormidos —le dije a Jenny puesto que eran las once de la mañana—, y con un horario pesado en donde trabajan mis papás, cualquiera estaría dormido a esa hora. Sin rodeos, la dejé pasar enseguida. - ¡Gracias Mónica! —me agradeció estando adentro—, ella empezaba a mirar toda mi casa, como si yo estuviese esperando una calificación del mejor diseño o algo así. - Bueno, pasemos a la sala, ahí tengo una pequeña mesita de cristal, nos servirá para repasar —le dije con una sonrisa—, ella parecía un tanto nerviosa, supongo que cuando tratas con matemáticas… siempre nos viene a la cabeza, un dolor que seguro a la mayoría se nos hará muy singular.

En fin, saqué el libro que se encontraba en mi mochila, hojeándolo hasta llegar a la página de la tarea, ambas nos sentamos en el piso, frente a la mesa, y empecé a explicarle. Poco a poco perdí la noción del tiempo, mientras que impartía mi "clase de algebra", y al pasar un buen rato, ella parecía haberle entendido.

- Veo que no es difícil, pero los procedimientos son un tanto enredados —me comentaba Jenny con una carilla de vergüenza—.
- Descuida, yo no soy una sabelotodo, pero te seguiré explicando cuando gustes y cuando pueda —le contesté mientras ambas reíamos levemente—, estábamos, al parecer, sintiendo un manto de extrañeza, puesto que nunca nos habíamos tratado antes. - Bueno, ¿me puedes regalar un vaso de agua? —preguntó Jenny de inmediato mientras suspendimos un mínimo momento de silencio—, - Oh! claro, enseguida te lo traigo —respondí mientras me levantaba del suelo, dirigiéndome así hasta el comedor—.

Busqué un vaso, y al encontrarlo empecé a servirle agua fría que se encontraba en el refrigerador, parecía todo tranquilo, respiré profundo y al ver que se había llenado, me dirigí nuevamente hasta la sala, increíblemente observé al llegar, que Jenny tenía en sus manos a la muñeca, observándola fascinadamente.

- Oye, ¿Por qué la tomaste? —pregunté elevando mi tono—, era obvio que no debía tomar cosas que no eran suyas, pero ella me respondió: - Ella me lo dijo… me dijo que quería salir de ahí adentro. Jenny señaló arriba del mueble, aparentemente las vitrinas en donde se encontraba la muñeca estaban abiertas. - ¿De qué demonios hablas? —pregunté mientras me acercaba lentamente hasta donde estaba ella—.
- Espera Mónica, pero esta niña debe salir, déjala libre. Jenny comenzaba a meterme el temor por todos lados, ella ni siquiera sabía de la leyenda, ¿cómo era posible que me estuviese diciendo eso? - ¡Me estás asustando!, dame la muñeca de una vez por todas —le dije mientras me dispuse a acercarme más rápido—.

- ¡Déjala ir! —gritó mientras me lanzaba la muñeca—, entonces, aquella sensación de temor, desesperación y tanto horror empezó a carcomer mi cuerpo mientras veía volar la maldición en el aire. Intenté tomarla para que no se quebrara, pues había algo que me mantenía segura, de que esto era más que una absurda leyenda familiar.

Afortunadamente, pude tomar apenas con mis manos, el vestido de la muñeca, sin embargo, me tropecé, cayendo fuertemente al suelo… esto provocó que se me resbalara, y se quebrara la mitad de su cabeza.

- ¡Sí!, vamos, ¡ya eres libre pequeña! —decía Jenny de una manera tan escalofriante, como si le hablara a alguien—.
- ¡No!, ¡no puede ser! —grité—, y comencé a asustarme al ver que la muñeca había perdido casi toda su cabeza.

Entonces, Jenny empezó a ponerse pálida, se veía algo malo en ella, un rostro tan desagradable y macabro que todos pondrían al ver algo que en verdad nos mataría del miedo. Pero, no sabía qué era lo que le provocaba estar de esa manera. Pronto, no supe más, todo se veía borroso, comencé viendo a Jenny, parecía que estaba haciendo una manualidad, y yo observando desde abajo, se veían sus dedos muy bien, entonces, el resistol empezó a resbalar por el lado de mi cara, ¡hay algo mal!… ¡¿Por qué ocurre esto?!..., parecía que estaba recibiendo un baño de pegamento.

Mi compañera Jenny, me alzó en los aires, sintiendo esa sensación de mariposas en el estomago. Comencé a ver la sala de mi casa, exactamente como estaba anteriormente, y al darme cuenta de que no podía moverme, me encerró en las vitrinas de cristal.

- ¡Gracias por liberarme de esa maldita prisión Jenny! —se escuchó una voz enseguida—, pero si se trataba de mí, ¿cómo era eso posible?, veía mi cuerpo llegar… entonces… ¿Quién era yo?, parecía un sueño lúcido.
- ¡Muy bien Nancy!, ¿pero donde está la verdadera Mónica ahora? —preguntó Jenny—, era increíble… ¡Nancy era el nombre de mi abuela! - Muy bien, esa linda muñequita ahora no se llama Nancy… ¡se llama Mónica!. Mis labios poseídos terminaron esa oración, y al final comprendí todo.

El espíritu de mi abuela se había quedado encerrado en la porcelana, ¡dios mío, cambiamos cuerpos!… ¡ahora yo soy la muñeca!.

"Maldiciones… en palabras,
en actos e, incluso, en porcelana,
se esconden".

Escrita y enviada por:
Héctor Jesús Cristino Lucas/Acapulco, Gro., México

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el lunes, diciembre 14, 2009 12 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Cuentos de Terror, Objetos Malditos

La Casa de los Tubos

jueves, 10 de diciembre de 2009



Hay historias protagonizadas por almas en pena, espíritus o seres extraños y otras que simplemente albergan el misterio en el interior de construcciones que parecen cargar con una maldición. Tal es el caso de esta leyenda, de la cual se cuenta que es un inmueble inconcluso con paredes y habitaciones tubulares que ha sido escenario de más de una muerte trágica y misteriosa. Ubicada en la parte alta de la colonia Country La Escondida, en el municipio de Guadalupe, del estado de Nuevo León, México, se empezó a construir en los años 70s con una arquitectura poco común, según la leyenda, el dueño tenía la intención de construir una casa sin escaleras, sólo con rampas que conectaran con todas las habitaciones para que su hija inválida pudiera trasladarse sin problema en su silla de ruedas.

Cuentan que la primera tragedia ocurrió cuando, aún sin terminarse, el hombre llevó a la menor a visitar la casa en donde, de forma accidental, la pequeña se desplazó en su sillita de ruedas por una de las rampas inconclusas, saliendo disparada por una ventana y encontrando así la trágica muerte.

En los días posteriores, dos albañiles más murieron de forma misteriosa en la construcción al caer, de manera inexplicable, frente a una de las rampas de la casa.

Cabe señalar que el dueño del inmueble, abatido por la muerte de su pequeña hija decidió cancelar la obra. Sin embargo, ésta continúa atrayendo a más de un curioso, no sólo por su arquitectura, sino por el relato de la tragedia, pues, además, existen rumores de que la silueta de la menor puede verse recorrer los pasillos y rampas que habían sido diseñados para facilitarle la vida en su hogar. Se dice que, hasta este día, la construcción es vigilada las 24 hrs. por policías que impiden el paso a curiosos y especialistas que buscan encontrar una explicación a la misteriosa sombra que se aparece en el lugar y que han presenciado quienes han llegado hasta este edificio.

Algunas otras historias que rondan la Casa de los Tubos hablan de un matrimonio joven que acudió ahí con su hijo y de forma accidental y, también misteriosa, el menor cayó desde la misma ventana por la que, años atrás, había perecido la niña.

Esta leyenda es tan popular que fue parte de un proyecto realizado por el fotógrafo Carlos Bravo, cuyo nombre es "Misterios de México" y que, dentro del contenido se encuentra esta historia, documentada dentro del título: "Vive las Leyendas de Nuevo León".

La foto que se muestra a continuación es alusiva al tema y pertenece a dicho fotógrafo.  El escenario que él utilizó fue en donde originalmente ocurrieron los hechos aquí mencionados.


Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el jueves, diciembre 10, 2009 2 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Leyendas Urbanas

La verdadera Emily Rose

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ella es Anneliese Michel, una hermosa joven católica de nacionalidad alemana, nacida el 21 de septiembre de 1952 y criada desde pequeña bajo los lineamientos religiosos, por lo que era extremadamente devota a su fé y religión. Su infancia fue realmente tranquila hasta sus 16 años, cuando comenzaron a sucederle extraños sucesos. Parecía que no tuviera control de su cuerpo, presentaba síntomas de epilepsia, o eso creyeron en un principio.

Después de ser diagnosticada con epilepsia, fue internada en el Hospital Psiquiátrico de Wurzbug para su tratamiento e intentar controlar ese temblor involuntario de su cuerpo.

Mientras se encontraba hospitalizada, Anneliese comenzó a tener una extrañas visiones mientras oraba, generalmente eran imágenes diabólicas. Se convenció de que estaba poseída por un demonio. Al poco tiempo, comenzó a escuchar voces. Al principio eran voces insultantes hacia ella, después, según lo notificó Anneliese, esas voces comenzaron a darle órdenes. Supo que la medicina no la curaría de lo que tenía, pues los doctores no habían podido ayudarle en lo más mínimo hasta el momento.

Cuando sus padres estuvieron al tanto de los sucesos que habían estado atormentando a su hija, estuvieron de acuerdo en solicitarle a la iglesia católica un exorsismo, por lo que hicieron numerosas visitas a diversas parroquias y cléricos sin éxito alguno, todos sus intentos fueron rechazados por la iglesia; al parecer no habían pruebas de que fuese una posesión demoníaca. Para entonces, Anneliese Michel ya contaba con 20 años.

Un año después, otra petición del exorcismo del padre Ernst Alt, quien había estado monitoreando a Anneliese Michel durante un tiempo y consideró que mostraba características necesarias para ser considerada posesión demoníaca, fue rechazada por la iglesia, la cual sugirió que Anneliese debía de acercarse aún más a la fé católica para que así encontrara la paz que necesitaba. Lo único que logró fue que los ataques y su conducta la volvieran más violenta, esto incluía insultar, golpear y morder a los demás miembros de su familia y a sí misma. Se encontraba en estado de desnutrición porque los demonios le habían ordenado no comer, excepto insectos, carbón y beber su propia orina. Se cortaba y golpeaba su cabeza contra las paredes, se arrancaba su ropa y se orinaba en el suelo, todo esto eran sucesos diarios.

En 1975, por fin, fue autorizado un exorcismo a la persona de Anneliese Michel. El Obispo de Wurzburg, Josef Stangl, le ordenó al Padre Arnold Renz y al Pastor Ernst Alt a practicar un "gran exorcismo" a Anneliese. La base para esto era el "Ritual Romanum", el cual era, para ese momento, todavía un canon legal válido desde el Siglo XVII. Se determinó que Anneliese debía ser salvada de varios demonios, incluyendo a Lucifer, Judas Iscariote, Nerón, Caín, Hitler y Fleischmann, un párroco del Siglo XVI, y algunas otras almas atormentadas que se manifestaban a través de ella. Entre septiembre de 1975 hasta julio de 1976 se le practicaron una o dos sesiones de exorcismo por semana; los ataques de Anneliese eran tan fuertes que debía ser sostenida por tres hombres e, incluso, hubo que encadenarla. Durante ese tiempo, Anneliese regresó a una vida, hasta cierto punto, normal: tomó los exámenes finales de la Academia Pedagógica de Wurzburg e iba a la iglesia.

Los ataques, sin embargo, no pararon. De hecho, se le paralizaba el cuerpo y caía inconsciente poco después. El exorsismo continuó por muchos meses más, siempre con las mismas oraciones y conjuros. Algunas veces estaban presentes en los rituales miembros de la familia y visitantes, como por ejemplo, un matrimonio que alegaba haber "descubierto" a Anneliese. Por varias semanas, Anneliese se rehusó a comer y sus rodillas se rompieron por las 600 flexiones que hacía obsesivamente durante cada sesión. Se hicieron más de 40 grabaciones durante el proceso con el propósito de preservar los detalles.


El último día del rito del exorcismo fue el 30 de junio de 1976 y, para este punto, Anneliese sufría de neumonía, también estaba extremadamente delgada y tenía una fiebre muy alta. Exhausta y físicamente incapacitada para hacer las flexiones por su cuenta, sus padres la paraban y la ayudaban con los movimientos. Lo último que le dijo Anneliese a sus exorcistas fue: - "¡Rueguen por el perdón!" y a su madre le dijo: - "Mamá, ¡tengo miedo!". Anna Michel grabó la muerte de su hija al día siguiente, el primero de julio de 1976 al medio día. El Pastor Ernst Alt informó a las autoridades en Aschaffenburg y el Fiscal General comenzó una investigación inmediatamente.


De acuerdo con la evidencia forence Anneliese murió de hambre, los especialistas demandaron que si los acusados la hubieran forzado a comer una semana antes de su muerte Anneliese podía haberse salvado. Una hermana declaró que Anneliese no quería ir a una institución mental porque la podían sedar y obligarla a comer. Los exorcistas trataron de probar la presencia de demonios poniendo las grabaciones de los extraños diálogos, como uno en que dos demonios discutían cuál de ellos iba a dejar el cuerpo de Anneliese primero. Uno de los demonios se llamó a sí mismo Hitler y hablaba con acento extranjero (Hitler nació en Austria), ninguno de los presentes durante el exorcismo tuvo la más pequeña duda de la auténtica presencia de estos demonios.

Los psiquiatras, a quienes se les había ordenado testificar, hablaron de la "Doctriniarire Induction", ellos creían que los sacerdotes le habían dado a Anneliese el contenido de sus conductas psicópatas. Por lo tanto, según ellos, ella aceptó su conducta como una forma de posesión demoníaca, también declararon que el desarrollo sexual inestable de Anneliese, junto a su diagnosticada epilepsia, habían influenciado la psicosis.

El veredicto fue considerado por munchos menos riguroso de lo que se esperaba. Los padres de Anneliese, al igual que los exorcistas, fueron encontrados culpables de asesinato por negligencia y omitir dar primeros auxilios. Fueron sentenciados a seis meses de cárcel y libertad condicional. El veredicto incluía la opinión de la corte de que los acusados debieron ayudarla haciéndose cargo del tratamiento médico que la chica necesitaba, sin embargo, por usar prácticas supersticiosas habían empeorado la ya grave condición de Anneliese.

Una comisión de la Conferencia Episcopal Alemana después declaró que Anneliese Michel realmente no estaba poseída, sin embargo, esto no impidió a los creyentes el continuar con la lucha de Anneliese, ya que muchos creían en su posesión y que el cuerpo de Anneliese no encontró paz, incluso, después de la muerte. Su cadáver fue exhumado once años y medio luego de ser sepultada, sólo para confirmar si se había descompuesto y si había sido bajo las condiciones normales. En la actualidad su tumba permanece como un lugar de peregrinaje para rezar el Rosario por aquellos que creen que Anneliese Michel luchó valientemente contra el demonio.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, diciembre 09, 2009 2 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Exorcismos

La Mano en la Reja

lunes, 7 de diciembre de 2009

Durante las noches de luna en que todos los rumores se apagan, en la famosa Calzada de Guadalupe de Morelia del lado derecho, al empezar la fila de casas, hay una que llama la atención por su aspecto señorial, por sus balcones labrados en piedra y por las rejas de sus sótanos. Sobresalen los fresnos, los cedros y los cipreses envueltos en mantos de camelinas, rosas, campanillas. La algarabía que por la tarde forman allí las urracas de pecho amarillo, es indescriptible.

En esa casa moraba hace muchísimos años un hidalgo tan noble como el Sol y tan pobre como la Luna que, por envidias, había tenido que refugiarse en este rinconcito de la Nueva España que se llamó Valladolid a fin de ponerse a cubierto de unas y otras. Era don Juan Núñez de Castro, hidalgo de esclarecido linaje y de sangre más azul que la de muchos.

Vinieron con él desde España su esposa doña Margarita de Estrada y su hija única doña Leonor. Era doña Margarita, segunda esposa, como de cuarenta años, gruesa de cuerpo. La nariz roja y tan curva como la de un águila que le daba el aspecto de haber sido en su tiempo gitana de pura sangre. Era rabiosa, más que un perro y furibunda como pantera. Con el lujo desplegado en la corte arruino a su marido irremediablemente.

Era doña Leonor, hijastra de doña Margarita e hija de la primera esposa de don Juan. Su belleza era sólo comparable a la de la azucena, blanca como sus pétalos y rubia como los estigmas de sus estambres. De un temperamento dulce y apacible, de una delicadeza y finura incomparable que revelaba a las claras el origen noble de su madre.

Margarita y Leonor eran una verdadera antítesis. Un contraste de carácteres. Mas como la gitana había dominado a don Juan, lo había hecho también con Leonor, quien sufría constantemente las vejaciones que el destierro de la corte, la miseria de su situación y las pretensiones de su madrastra la hacían sufrir sin remedio. Tenía prohibido asomarse a la ventana, salir a paseo, tener amigas, adornarse, como si no existiese. Debía estar constantemente o en la cocina guisando o en el lavadero lavando o en las piezas barriendo. Jamás había de levantar los ojos para ver a nadie. Y ¡ay de ella!, si contrariando las órdenes que se le habían dado se asomaba al balcón o se adornaba.

Vino a Valladolid un noble de la corte del virrey, quien habiendo visto a Leonor en las visitas de monumentos quedó, en seguida, prendado de su hermosura. Ella por su parte no miró con malos ojos al pretendiente; recibió una carta en que se le consultaba su voluntad. No tardo mucho en contestarla, citando al galán para las ocho de la noche en la reja del sótano, lugar donde, para sustraerla de las miradas de la juventud vallisoletana, la tenía confinada doña Margarita.

Era el galán don Manrique de la Serna y Frías, oficial mayor de la secretaría virreinal cuyos padres residían en España. Su posición en México superaba a toda ponderación. Joven, inteligente, activo, sumiso, lleno de las esperanzas, con su buen sueldo en la corte, estimado del virrey y de la nobleza mexicana, laborioso casi rico. De seguro que al presentarse a don Juan de por sí o con una carta del virrey, este si consentía Leonor, no le negaría la mano de su hija, aunque doña Margarita se opusiera por no sacar ella ganancia ninguna del asunto. Pero don Manrique quiso primero estar seguro de la voluntad y del amor de Leonor. Pues bien para ahuyentar a los curiosos y conociendo perfectamente el poco ánimo de la gente y el miedo que causaban en ella los duendes y aparecidos, vistió a su paje de fraile dieguino, después de haberle pintado en su rostro una calavera, con la consigna de pasearse de un lado a otro a lo largo de la calzada de Guadalupe como ánima en pena, mostrando lo más que pudiese la calavera. Sonó el reloj de la catedral pausadamente las ocho de la noche y en seguida todos los campanarios de la ciudad, comenzaron a lanzar los tristes clamores, implorando los sufragios por los difuntos, según las costumbres de aquella santa época. Todo estaba mudo y silencioso. El falso difunto se paseaba a lo largo del muro donde estaba la reja del sótano, y la gente que se atrevía a verle la cara, corría despavorida, lanzando destemplados gritos. Entre tanto don Manrique se acercaba a la reja del sótano para platicar con doña Leonor.


Noche a noche, a las ocho, brotaba sin saber de donde aquel espanto que traía asustados a todos los pacíficos moradores de la calzada de Guadalupe, de modo que a las siete y media de la noche, en que terminaban los últimos reflejos del crepúsculo y se envolvía el cielo en su gran manto de estrellas, la gente estaba ya recogida en sus casas medrosa y espantada.

No le pasaba lo mismo a doña Margarita que maliciosa como era, anduvo espiando el momento oportuno de averiguar el misterio. Descubrió al fin la patraña y estando doña Leonor platicando con don Manrique acerca de los últimos preparativos para pedir su mano a don Juan, cerró por fuera el sótano dejando prisionera a dona Leonor.

Don Manrique llamado apresuradamente a la corte y llevando ya el proyecto de que el virrey le pidiese a don Juan la mano de su hija para él, partió al día siguiente con su comitiva para México.

Doña Leonor al querer al día siguiente salir del sótano, para entregarse a sus ordinarias ocupaciones, encontró que la puerta estaba cerrada. Así pasó todo aquel día llorando y sin comer. Don Juan no la extraño porque jamás se presentaba en la mesa; duraba días y días sin verla; así es que no notó su ausencia. Además, había salido de Valladolid a fin de arreglar los últimos detalles de las siembras de una hacienda no lejana que había comprado con la herencia materna de su hija y por lo mismo no pudo darse cuenta de la prisión de doña Leonor.

Doña Leonor no quería perecer de hambre, ya que deseaba conservarse para su muy amado Manrique, por lo que durante el día sacaba por entre la reja su mano aristocrática pálida y casi descarnada, a fin de implorar una limosna por amor de Dios a los transeúntes que siempre ponían en ella un pedazo de pan. Doña Margarita había difundido que doña Leonor estaba loca y que se ponía furiosa y por eso estaba recluida y como no le bastase el mendrugo que le suministra la madrastra, por eso pedía pan. El espanto había acabado, ya no se veía al fraile discurrir por la noche a lo largo del muro; pero de día no cesaba de estar una mano pálida como de muerte implorando por la reja la caridad pública, con voces débiles y lastimeras.

Un día, día de Corpus Christi, cuando las sonoras campanas de la catedral echadas a vuelo pregonaban la majestad de la eucaristía que era llevada por las calles en medio de una solemnidad inusitada, llegaba a la puerta de la casa de don Juan, una comitiva casi real, a cuyo frente iba don Manrique que traía para don Juan la carta del virrey en que para él le pedía la mano de doña Leonor. Don Juan, asustado, conmovido, empezó a dar voces llamando a doña Leonor. Doña Margarita se había ido al corpus, de modo que nadie respondía, hasta que los criados, sabedores del martirio de doña Leonor, le descubrieron el escondite. Abrieron la puerta y quedaron petrificados, al ver que doña Leonor estaba muerta. Fueron aprehendidos en el acto padre, madrastra y criados, y consignados a las autoridades reales, sufriendo al fin cada cual el condigno castigo.

Don Manrique engalanando el cadáver de doña Leonor con el traje blanco de boda que llevaba para ella, le dio suntuosa sepultura en la iglesia de San Diego.



Después, por mucho tiempo, se veía a deshora en la reja del sótano una mano aristocrática, pálida y descarnada como un lirio marchito, implorando: "¡Un pedazo de pan, por amor de Dios!".



Enviada por: Javier López C./Morelia, Mich. México

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el lunes, diciembre 07, 2009 2 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Leyendas del Virreinato

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