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Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva]
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La Mansión Encantada

¿Qué hacemos con la abuela?

viernes, 23 de mayo de 2014


Una familia decide irse de vacaciones al pueblo durante unos días. Para no dejar sola a la abuela en la ciudad, le piden que les acompañe a pesar de su delicado estado de salud.

Días después, cuando están casi a punto de finalizar sus vacaciones, la abuela sufre un ataque cardíaco y fallece repentinamente mientras sus hijos juegan en casa de unos amigos. El padre de familia, e hijo de la fallecida, abrumado por la muerte de su madre entra en una especie de estado de shock y le cuesta razonar y pensar con claridad, por lo que acude a su esposa.

Se encuentran bastante alejados de la ciudad donde crecieron y del cementerio familiar donde su madre tiene reservada una lápida junto a su difunto marido desde hace años. El hombre bien sabe que las funerarias son muy caras y el traslado de un cadáver cuesta un ojo de la cara. Mucho más cuando requieren de vehículos especiales para acceder a la zona montañosa donde estaba el pueblo donde veraneaban. Tras deliberar cuál es la mejor opción y consultarlo con su mujer, deciden que lo mejor es que ellos mismos la lleven en su camioneta hasta la ciudad y allí llamen a los servicios funerarios, de esta forma se ahorrarían los gastos de trasladar el cuerpo.

Pero claro, eso tenía una seria complicación, los niños debían viajar con su abuela muerta durante horas para regresar a casa, aunque los niños no sabían nada aún. Sólo imaginando el trauma que les podría causar tener que compartir el viaje con un muerto, tuvieron que desestimar esa opción. La opción más lógica era meter el cuerpo de la abuela en la cajuela, pero su vehículo era uno de esos modelos en los que la parte posterior tiene acceso directo con los asientos y el olor que podría desprendender el cadáver con el calor que hacía podría convertir el viaje en una pesadilla. Eso sin contar que los niños estarían jugando a escasos centímetros de la muerta y, si les daba por mirar en la parte posterior, se encontrarían el cuerpo.

Las dos únicas opciones que les quedaban eran que el marido hiciera el viaje solo con su madre difunta o transportarla en la baca del coche. Por desgracia no tenían tiempo para la primera opción porque el viaje era largo y su esposa tenía que trabajar en un par de días. Así que decidieron que lo único que podían hacer era envolverla en una vieja alfombra y atarla al techo de la camioneta junto a otras maletas para disimular el bulto. Esta era la única forma de viajar sin traumatizar a sus hijos con la muerte de su bita (como la llamaban ellos). A los niños les dirían que su abuela había decidido quedarse un par de días más y que se había quedado en la casa de una vecina.

Tras acomodar el cadáver aún caliente en la baca del coche y disimular lo mejor que pudieron la forma del cuerpo, ataron firmemente la alfombra enrollada y se prepararon para el viaje. Tenían que salir cuanto antes si querían usar la oscuridad de la noche para viajar sin que nadie se diera cuenta.

El primer par de horas circularían por un terreno pedregoso en el que entre baches, agujeros y piedras debían avanzar lentamente si no querían reventar un neumático o los amortiguadores del vehículo. Los continuos saltos estaban aflojando las cuerdas que mantenían atada a la abuela y sin que la familia lo supiera el cadáver estuvo a punto de caerse en el camino un par de veces.

Al entrar en la autopista la situación no mejoró, los saltos producidos por los baches habían aflojado los nudos, pero el rozamiento con el aire al circular a gran velocidad no mejoraba la fijación de la abuela muerta. Irremediablemente y sin que sospecharan nada el cuerpo de la abuela acabó por caer, con tan mala fortuna que el ruido de un avión al despegar en un aeropuerto cercano ocultó el sonido del golpe.

Al llegar a su destino la mujer subió a casa con los niños que estaban medio dormidos, cansados por el viaje, los pobres angelitos no habían sospechado nada. Aunque estaba amaneciendo, mañana sería otro día y deberían darles la noticia de la muerte de la bita. El marido por su parte se llevó el susto de su vida cuando, al revisar el techo de la camioneta, descubrió que la alfombra que envolvía a la abuela ya no estaba. Aturdido y asustado miraba dentro y fuera del vehículo, como intentando comprender qué había pasado, sin saber que pocos kilómetros antes el cuerpo de su madre había caído en mitad de la autopista…

Quería volver sobre sus pasos para buscar a su madre; pero, ¿cómo podría explicar qué hacía su madre muerta y envuelta en una alfombra como si fuera el cadáver de un perro? Subió a casa para avisar a su mujer y explicarle que debía regresar en la búsqueda de su cuerpo. Cuando estaba hablando con ella, una llamada de teléfono le conmocionó. La estaban realizando desde el teléfono móvil de la abuela.

“Buenos días, señor, le habla la Policía, debo comunicarle que ha sido encontrado el cadáver de una anciana en mitad de la autopista y su número de teléfono aparece como contacto en el teléfono celular que hemos encontrado en uno de los bolsillos de la fallecida. Le rogamos que se presente en el kilómetro 10,5 de la carretera de Burgos para reconocer el cuerpo lo antes posible.”

El hombre se quedó paralizado, no sabía cómo podría explicar lo sucedido sin acabar en la cárcel. Pálido por el miedo y con ojeras de no haber dormido en toda la noche, condujo hasta el lugar señalado por el policía.

Al llegar allí el espectáculo era dantesco. Varios coches patrulla habían desviado el tráfico a un único carril, en el arcén había un camión de gran tonelaje y en uno de los vehículos de la Policía se podía ver a un hombre esposado con las manos a la espalda.

El hombre se acercó a uno de los agentes y le hizo saber que había recibido una llamada, le temblaban las piernas y tenía las manos empapadas de sudor.

“Dis dis disculpe –dijo tartamudeando– me han llamado ustedes desde el teléfono de mi madre.”

“Señor – dijo el agente- lo que le voy a pedir no es agradable, el hombre que está detenido ha atropellado a un anciana con su camión, el cuerpo está totalmente destrozado y es prácticamente irreconocible, pero entre sus pertenencias hemos encontrado un teléfono móvil y un reloj de pulsera. Tal vez pueda usted ayudarnos a verificar si es su madre reconociendo estos objetos”

El asustado hijo reconocíó al instante el reloj de pulsera de su madre.

“Si, el reloj de pulsera pertenece a mi madre.”

“Caballero lamento mucho su pérdida ¿sabe usted qué podía hacer su madre caminando por una autopista de noche? el camionero nos dijo que apareció de la nada tumbada en el asfalto. Pero al hacerle la prueba de alcoholemia ha dado positivo, por lo que hemos procedido a su detención por conducir en estado de ebriedad y por homicidio involuntario.”

El hombre, con los ojos cubiertos de lágrimas y viendo una forma de no tener que explicar lo sucedido y salvar su pellejo, simplemente respondió:

“No lo sé, agente, pero espero que se pudra en la cárcel por matar a mi madre.”

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el viernes, mayo 23, 2014 3 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Accidentes, Leyendas Urbanas, Muertos

Robert, el muñeco maldito

miércoles, 21 de mayo de 2014

Robert, el muñeco maldito, en la actualidad

Desde hace algún tiempo se rumorea que las películas de Chucky, el muñeco asesino, se basaron en parte en el caso del Muñeco Robert, que actualmente tiene más de 100 años. A primera vista Robert es tan sólo un muñeco de trapo, que representa en tamaño real a un pequeño niño marinero, que viste de blanco y lleva un osito bajo el brazo. Sus ojos son negros, pequeños e inexpresivos, carentes del realismo que usualmente se ve en las muñecas embrujadas; sin embargo, algo habita en Robert, y eso ha hecho que su presencia siembre el terror en cada inocente familia que ha tenido el infortunio de poseerlo, pues nunca faltó quien afirmara que Robert se movía, que estaba vivo...

El Muñeco Robert (conocido también como "Robert el Muñeco Embrujado", "Robert el Muñeco Maligno", "Robert el Muñeco Poseído" o "Robert el Muñeco Encantado") tuvo como primer propietario a un talentoso artista y escritor de Key West: Robert (Gene) Eugene Otto, quien lo recibió de manos de un sirviente nativo de las Bahamas y versado en el vudú y la magia negra (esto ocurrió en 1906, cuando teníaa apenas seis años). Según los rumores, la familia de Otto (Robert Eugene Otto) maltrataba a una pequeña niña sirvienta emparentada con el sirviente que sabía de vudú, de modo que El Muñeco Robert fue una venganza disfrazada de regalo, pues supuestamente estaba embrujado y hasta contenía cabello real (conseguido cuando el chico se cortaba el pelo en casa) del propio Otto.

Pese al hechizo, el muñeco tenía aspecto amable y pronto consiguió el cariño de su joven dueño, que lo bautizó con su primer nombre y, según cuentan, lo llevaba casi siempre con él. De hecho, esta amistad llegó a tanto que los padres de Otto (a quien llamaban por "Robert", pues era su primer nombre) le pusieron al juguete "El Muñeco Robert", a fin de evitar confusiones con su hijo.

El principio del horror

Los padres de Otto señalaron que a menudo le oyeron hablar con su muñeco. Pronto comenzaron a escuchar que El Muñeco Robert respondía en las conversaciones, e inicialmente creyeron que Otto estaba simplemente cambiando su voz; pero, cuando los vecinos dijeron haber visto al muñeco moviéndose solo desde una ventana a otra cuando no había nadie en la casa, llegaron a sospechar que El Muñeco Robert estaba vivo.

El Muñeco Robert no se apartaba del lado de Gene. Incluso tenía su propio lugar en la mesa familiar. Sin embargo, a pesar del cariño que Otto seguía teniendo por su muñeco, los poderes de éste se volvieron más intensos y... diabólicos. Así, la familia de Otto reportó que a veces el muñeco emitía una risita aterradora, que se movía cuando no había nadie cerca; y que a algunas ocasiones, en medio de la noche, escuchaban gritar a Otto y, cuando entraban al cuarto, encontraban los muebles volteados y a Otto (asustado) en la cama junto con Robert, diciendo que éste había causado todo el desorden.

La familia de Otto y sus vecinos no eran las únicas personas que presenciaban las extrañezas del muñeco, pues varios invitados juraron que, al mirar a Robert El Muñeco, éste había cambiado de expresión e incluso parpadeado. De hecho, algunos huéspedes terminaron por finalizar sus visitas únicamente porque el muñeco los había asustado, aunque esto también se dio con trabajadores, como un fontanero que salió corriendo después de que vio al Muñeco Robert, volvió a trabajar, volvió a mirarlo y se encontró con que éste le hacía una mueca burlona y malvada.

Otto crece pero Robert se niega a salir

Cuando Otto perdió a sus padres, él y su esposa heredaron la casa familiar y, cuando estaban instalándose (Otto se había ido a vivir a un sitio alquilado), encontraron al Muñeco Robert en el ático de la casa. Apenas descubierto el muñeco, la esposa de Otto se quejó de haberle visto cambiar de expresión, y le pidió a su marido que lo encerrara bajo llave, pero Otto se negó y dijo que el muñeco debía tener su propia habitación, desde la cual pudiese ver la calle...

Quizá, la decisión anterior se basaba en el miedo, pues hay que recordar que sólo Otto había conversado con El Muñeco Robert; sin embargo, el muñeco siguió produciendo fenómenos paranormales, y finalmente Otto se hartó y lo encerró en el ático, pero incluso así el muñeco continúo causando hechos atemorizantes, al punto de que algunos huéspedes afirmaron escuchar pasos y movimientos en el ático, e incluso risas demoníacas, cosas estas que tomaban más fuerza con el testimonio de personas desconocidas que timbraban sólo para informar que habían visto moverse un muñeco en la torreta del ático.

Posteriormente, el rumor del muñeco maldito corrió y, los niños que pasaban por ahí cuando iban o regresaban de la escuela, terminaron adoptando el hábito de pasar por la calle que no daba a la casa de Otto, ya que contaban que El Muñeco Robert les hacía gestos burlones... Por su parte, Otto decía que a veces el muñeco aparecía en una mecedora de la planta baja, que su esposa no lo había puesto ahí, que lo subía de nuevo al ático y después lo volvía a encontrar en la mecedora, habiendo estado atento a que nadie lo sacase del ático...

La muerte de Otto

En el año 1974 Otto falleció y su esposa Anne, guiada por una mezcla de respeto y temor, no quemó al Muñeco Robert, sino que lo metió en un baúl con llave, dentro del ático de la casa, que para aquel entonces ya se conocía como la Casa del Artista, gracias a la fama del difundo Otto.

Ahora bien, tiempo después una familia de tres (padres e hija) se mudó a la Casa del Artista (la casa del difunto Otto) y, cuando descubrieron al Muñeco Robert, la niña pequeña, que en aquel entonces tenía sólo 10 años, quedó fascinada con el muñeco y le tomó cariño, queriendo conservarlo.

Otra vez la historia del lobo disfrazado de cordero se repitió, pues primero la niñita simplemente informó que, sin explicación alguna, las muñecas que estaban cerca de El Muñeco Robert habían aparecido decapitadas... ¿Sería Robert? Sí , y eso lo supo poco después, porque sus padres la empezaron a escuchar gritar de noche, ya que Robert se movía por la habitación y a veces intentaba atacarla... Los padres de la niña sabían que algo pasaba, aunque la versión del muñeco viviente no acababa de convencerlos; sin embargo, encerraron a Robert en el ático después de que encontraran al perro de la familia fuertemente atado con cable en la sala de estar, ya que era un poco inverosímil pensar que su pequeña hija había perdido la cabeza y que el animal se había dejado atar de esa manera... Como se ve, esto ya hizo que sospecharan, aunque aún no estaban plenamente convencidos de que Robert tenía vida, pero los años pasaron y su hija, ya convertida en una mujer adulta, continuaba afirmando que Robert estaba vivo y era malvado...

Una fama imperecedera

Actualmente, la Casa del Artista es una panadería bastante popular donde se venden desayunos y tours de fantasmas por la ciudad. De hecho, la fama de Robert fue tal que Discovery Channel filmó un episodio de "¿Lo pueden creer?" en la casa en que alguna vez vivió el primer dueño del muñeco maldito. En dicho episodio, se reportó que, dentro del ático donde solía estar Robert, el fantasma de Anne había sido visto, aunque con la bella apariencia que tenía cuando usó por vez primera el traje de novia con que se manifestaba ahora espectralmente... Aparte de Discovery Channel, también filmaron allí William Shatner y Travel Channel.

Robert-museo

En cuanto al Muñeco Robert, hoy en día se encuentra en el Museo Martello, aunque ocasionalmente sale para ser grabado u otras cosas, pero casi siempre permanece en su calla sellada de plástico, y aún sigue asustando gente, porque muchos miembros del personal del museo han reportado cosas inusuales, y un ejemplo fantástico es el caso de un hombre que se encargaba de abrir y cerrar el museo, y una vez dejó cerrando todo y apagando las luces, pero al día siguiente abrió el museo (nadie había entrado antes que él) y encontró que todas las luces estaban encendidas, que Robert estaba en una posición diferente dentro de su caja, y que sus pies tenían polvo fresco, como si hubiese caminado por el museo... Adicionalmente, los visitantes del museo también han reportado cosas raras, como golpecitos en el cristal o parpadeos del muñeco. De hecho, tal es su reputación de maldito, que se rumorea que nadie debe fotografiar a Robert sin su permiso: hay que pedirlo y, si Robert mueve ligeramente la cabeza hacia abajo, entonces se prosigue, pues en caso contrario lanzará una maldición sobre el osado y sus familiares.

Bien se ve que la gente continúa temiéndole a Robert, y la mayor muestra de eso son las numerosísimas cartas que cubren las paredes del museo, solicitando que Robert sea exorcizado para que deje de estar maldito...

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, mayo 21, 2014 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Fenómenos extraños, Leyendas de Terror, Leyendas Urbanas, Maldiciones, Objetos Malditos, Sucesos Inexplicables

La Amiga Imaginaria

lunes, 19 de mayo de 2014

Una niña llega con su familia a su nuevo hogar, una gigantesca casa con un jardín enorme en el que hay una casita en el árbol. Pronto la niña se volverá más solitaria y sólo querrá pasar el día jugando con su amiga imaginaria…


Casandra era una tímida niña de seis años que prefería la compañía de sus muñecas a relacionarse con otros niños. Por este motivo, no le resultó muy duro cambiar de casa y dejar atrás su antigüo barrio y colegio, cuando sus padres decidieron mudarse.

Sus padres estaban preocupados por el cambio, pero sabían que con el tiempo acabaría disfrutando de su nuevo hogar: Una vieja mansión que tenía un gran jardín, con un columpio, un tobogán e, incluso, una pequeña casita de madera en el árbol.

La niña se acostumbró en seguida a su nuevo hogar. Pero tener tanto espacio para jugar la volvió incluso más retraída y solitaria. Casandra solía subir con sus muñecas a la casa del árbol y pasaba allí varias horas hablando sola, según ella con su amiga Ana. Los padres no le dieron mucha importancia pues sabían que a esa edad eran comunes los amigos imaginarios. Las vacaciones de verano pronto acabarían y con el nuevo curso escolar haría nuevos amigos en clase.

Los días pasaban y el comportamiento de la niña cada día era más extraño, casi no hablaba con sus padres y aprovechaba cualquier momento para “refugiarse” en su casita del árbol. Los padres podían escucharla hablar durante horas con su amiga Ana. Pero lo que más les preocupaba era que cada vez conciliaba peor el sueño, hablaba dormida y parecía sufrir pesadillas, pues era habitual que entonara frases como “tengo frío”, “no puedo ver” o “ayúdame”. Una noche la madre sintió pasos en el pasillo, asustada avisó a su marido, quien salió a ver y se encontró a Casandra caminando sin rumbo; la niña parecía sonámbula y, cuando su padre la llamó, se despertó totalmente aturdida y sin saber qué hacía de pie fuera de su habitación.

Cada vez las incursiones nocturnas de Casandra eran más atrevidas y se alejaba más de su cuarto. Sus padres temían de que la niña saliera a la calle, sola y por la noche. Así que decidieron llevarla a una clínica del sueño en la que podrían “monitorear” sus hábitos para tratar su sonambulismo. Pero tras pasar dos noches no se detectó nada extraño, de hecho en ambas ocasiones, Casandra durmió plácidamente toda la noche. El psicólogo tampoco ayudó mucho, únicamente les confirmó lo que ellos ya sabían, que tenía una amiga imaginaria que se llamaba Ana y que tenía su misma edad. El psicólogo le restó importancia al hecho y les dijo que era relativamente frecuente, y más teniendo en cuenta que la niña prácticamente no tenía amistades. Les recomendó que pasaran más tiempo con ella y que trataran de relacionarla con más niños de su edad para que Casandra fuera, poco a poco, olvidando a Ana y centrándose en sus amistades reales.

Los padres siguieron al pie de la letra las indicaciones del psicólogo, pasaban cada vez más tiempo con ella y la dejaban poco tiempo libre para que fuera a “charlar” con Ana en su casa del árbol. Pero eso no hizo más que empeorar su ataque de sonambulismo, parecía como si el tiempo que ya no pasaba con su amiga imaginaria por el día, lo compensara por la noche. Sus sueños parecían cada vez más vívidos y, en un par de ocasiones, el padre la encontró a punto de salir al jardín. La niña cada vez parecía más agotada y, con el cansancio acumulado, era como si cada noche perdiera más el control y pasara más tiempo sonámbula.

Una noche el padre sintió como alguien bajaba la escalera, al ver a su hija en la puerta de casa un frío le recorrió la espalda. Al contrario que en otras ocasiones, cuando llamó a Casandra, la niña pareció ignorarle y sólamente le dedicó una mirada fugaz antes de abrir la puerta y salir al jardín. Los ojos de su hija parecían otros, era como si no la reconociera. Asustado, bajó las escaleras y salió corriendo detrás de ella, mientras la niña avanzaba en dirección a la casita del árbol; cuando estaba a pocos metros del lugar, la niña se agachó mientras balbuceaba algo que su padre no podía entender.

Casandra comenzó a escavar el suelo con sus manos, su padre al llegar a su lado la escuchó decir “tengo que salir”, “aquí hace mucho frío”. Su padre la abrazó y sintió que su hija estaba congelada, era como si no respondiera y luchaba por seguir cavando, sus pequeños dedos estaban ensangrentados por arañar la tierra y golpearse con las piedras que había en el suelo. Se había roto un par de uñas y aún así parecía no despertarse. El padre no sabía qué hacer mientras la niña pataleaba y le pedía que la soltara y la dejara continuar.

De repente, como si se le encendiera una luz en la cabeza, el padre dejó de llamarla por su nombre y la llamó “Ana”, en ese momento la niña se giró y dejó de luchar mientras se le quedó mirando.

- Ana, ¿eres tú?. – dijo el padre.

La niña le miró fijamente con unos ojitos que imploraban que la ayudaran, un par de segundos después se desmayó, al instante abrió nuevamente los ojos y esta vez Casandra con su propio cuerpo miró asustada en todas direcciones como intentando comprender dónde estaba y por qué le dolían tanto las manos. Su padre la llevó dentro de casa, donde su madre se quedó limpiando sus heridas, el daño no era tanto como parecía en la oscuridad de la noche, pero el padre sabía que tenía un asunto pendiente en el jardín, así que mientras su hija se reponía con su mujer, bajó con una linterna y una pala.

Al llegar al mismo lugar donde Casandra había escavado, volvió a sentir un escalofrío. Pero no era momento de tener miedo, empezaba a intuir el motivo por el que su hija no podía descansar por las noches y quería acabar de una vez por todas con el problema. Clavó una y otras vez la pala, hasta que pudo ver algo que le llamó la atención. Una pequeña manita huesuda apareció bajo la tierra. Era tan pequeña como la de su hija y al verla sintió una tristeza tan profunda que se puso a llorar. El padre entre llantos entró a su casa y le pidió a su mujer que no saliera al jardín bajo ningún concepto mientras él realizaba una llamada.

Menos de veinte minutos después un coche de policía y un forense llegaron para levantar el cadáver de una niña de unos seis años. Investigaciones posteriores demostraron que se trataba de Ana, una niña que había desaparecido hace un par de años en uno de los pueblos cercanos. La niña al parecer había sido asesinada, pues su cadáver mostraba signos de violencia. El anterior propietario de la casa la había enterrado en su jardín, sabiendo que nadie podría investigar en una propiedad privada sin una orden judicial.

Ana nunca más se comunicó con Casandra; parece que, al desvelarse su asesinato y detenerse a su asesino, por fin pudo descansar. Pero Casandra siempre guardaría el escalofriante recuerdo de cuando hablaba con un espíritu que no podía descansar.


NOTA: Siempre se ha creído que los niños tienen un don especial para ver los entes del más allá. Muchas personas identifican los amigos imaginarios, que muchos niños tienen a determinada edad, con la presencia de espíritus que podrían relacionarse y comunicarse con ellos. ¿Será verdad la leyenda? ¿Pueden los niños ver fantasmas? y lo qué es más escalofriante… ¿pueden comunicarse con ellos? Por si acaso la próxima vez que tu hijo, tu sobrino o tu hermanito hable sólo y sientas un frío recorrer tu espalda ponte a temblar porque un fantasma podría estar muy cerca.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el lunes, mayo 19, 2014 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Cuentos de Terror, Leyendas Urbanas, Relatos Inexplicables del Más Allá, Sucesos Inexplicables

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