skip to main | skip to sidebar

Anfitriona:

Mi foto
Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva]
Ver todo mi perfil

Repertorio

  • ▼ 2014 (9)
    • ► mayo (3)
    • ► abril (1)
    • ▼ marzo (5)
      • La travesura de hermanitos gemelos
      • La coleccionista de Hello Kitty
      • La Pascualita
      • La pulsera negra
      • La Madre Desquiciada
  • ► 2011 (11)
    • ► noviembre (1)
    • ► octubre (1)
    • ► septiembre (1)
    • ► agosto (1)
    • ► julio (3)
    • ► junio (4)
  • ► 2010 (7)
    • ► abril (1)
    • ► marzo (1)
    • ► febrero (2)
    • ► enero (3)
  • ► 2009 (23)
    • ► diciembre (5)
    • ► noviembre (5)
    • ► octubre (13)

Estantería de relatos:

Cuentos de Terror (21) Leyendas Urbanas (11) Relatos Inexplicables del Más Allá (9) Calaveritas Literarias (4) Leyendas de Terror (3) Sucesos Inexplicables (3) Maldiciones (2) Objetos Malditos (2) Accidentes (1) Exorcismos (1) Fenómenos extraños (1) Leyendas del Virreinato (1) Malformaciones (1) Muertos (1) Noticias (1) Relatos de Seres Mitológicos (1) Sitios Malditos (1)

Presencias detectadas desde el encantamiento de La Mansión:

new graphics

Ubicación geográfica de los espíritus chocarreros que me visitan:

La Mansión Encantada

La travesura de hermanitos gemelos

jueves, 27 de marzo de 2014


Pedrito y Juanito eran inseparables, no en vano eran hermanos gemelos y estaban entre los pocos niños de su edad que quedaban en el pueblo. Hacia años que la gente había empezado a migrar a la ciudad y los pocos jóvenes que habían permanecido en el pueblo lo hacían más por apego a sus mayores que por un deseo genuino de quedarse. Los padres de Pedro y Juan no eran la excepción, más de una vez se habían planteado hacer las maletas y arriesgarse a emprender una nueva vida en la ciudad, alejados de la monotonía del campo y el pesado trabajo de arar y sembrar los cultivos. Pero la idea de que sus hijos se criaran entre coches, humo y los peligros propios de las grandes urbes les frenaban. Aunque, claro, eso también tenía su contra, los niños prácticamente estaban solos y no tenían muchos amigos con los cuales poder jugar.

Los gemelos eran conocidos en todo el pueblo por sus travesuras, es normal a esa edad que los niños sean inquietos y más cuando se aburren por no tener amigos con los que correr y jugar, pero los pequeños no paraban con sus diabluras y muchos ancianos del pueblo ya estaban hartos de ellos. Incluso, más de uno le había dado una bofetada a alguno de los gemelos o había ido con el cuento a sus padres o al cura, quienes a su vez ya les habían pegado más de un tirón de orejas. Su curiosidad no tenía límites y aprovechaban cualquier despiste para colarse en la casa de un vecino o espiar por una ventana.

Como en todos los pueblos, en el que residían los niños había un viejo huraño, uno de esos abuelos cascarrabias y con mal carácter al que pocos echan de menos cuando muere. Ese era el caso de don Vicente que, cuando falleció a los 78 años de edad, no dejó mas que una sensación de alivio entre sus vecinos. Ya había protagonizado alguna pelea por sus terrenos con familiares y propietarios de las zonas colindantes, así que la noticia de su muerte no tuvo demasiado impacto en el pueblo. Aunque, por supuesto, llegó a oídos de los gemelos, que no dudaron ni un segundo que tenían que ir a investigar.

Nunca habían visto un muerto y su curiosidad fue tan grande que decidieron colarse en la casa de don Vicente cuando todo el mundo había salido del velatorio. Lo de “todo el mundo” es más un decir que lo que pasó realmente porque, salvo un par de plañideras aficionadas a llorar sin motivo aparente en cada funeral que se llevaba a cabo en el pueblo (incluso cuando casi no conocían al fallecido), prácticamente no fue nadie a presentarle sus respetos a don Vicente. Tal era el abandono del cadáver del anciano que, incluso faltando pocas horas para su funeral, ni siquiera le habían metido dentro de su ataúd y aún reposaba sobre una mesa en mitad del salón de su casa.

Pedrito y Juanito encontraron la casa vacía y las condiciones idóneas para saciar su curiosidad y ver al muerto sin que nadie los reprendiera. Con una total falta de respeto lo manosearon, le intentaron abrir los ojos y la boca, le movieron los brazos como si fuera una marioneta y le imitaron mientras se reían de él, pero un ruido en la finca les alertó.

Corrieron hacia la salida, pero ya era demasiado tarde y, sin saber dónde ocultarse, en el último momento se metieron en un pequeño armario que estaba tirado a mitad del suelo del recibidor.

La voz de dos hombres que reconocieron como el cura y el viejo herrero, con quien habían tenido problemas en el pasado, sonó acercándose al armario.

-¿Quién ha dejado esto aquí tirado? No se puede ni pasar al salón, ya me contarás cómo va a pasar la gente a presentar sus respetos a don Vicente- Dijo el cura. -Tampoco creo que fuera a venir nadie, don Vicente se ha labrado a pulso una reputación de maleducado durante años y no creo que le llore nadie en este pueblo. -No hables así, el hombre ya está esperando el juicio de Dios, que es el único que tiene el poder de juzgar sus actos- aseveró el cura.

Ambos trataron de levantar el ataúd (los niños, mientras los hombres hablaban, se habían escondido dentro por miedo) y se dieron cuenta de que ya estaba lleno.

-¡Ves! aún quedan buenos samaritanos en el pueblo, alguien nos ha facilitado el trabajo y ha metido a don Vicente en su caja. Llevémoslo a su descanso eterno- dijo el cura.

Los niños escuchaban toda la conversación desde el interior del féretro, pero era tanto el miedo que tenían al cura y al herrero que no quisieron revelar que en realidad eran ellos los que estaban dentro y quisieron esperar el momento adecuado para escapar.

Nadie acudió al funeral de don Vicente, por lo que el cura, cansado de cargar con la caja y el supuesto muerto, decidió realizar una versión rápida de la misa y en cinco minutos ya había despachado la situación. Los niños, víctimas del calor y el aburrimiento, empezaban a sentirse muy cansados y casi sin darse cuenta se quedaron dormidos. No pasaron más de cuarenta minutos cuando un ruido en la tapa del ataúd les despertó. Paletadas de tierra caían sobre la caja que ya había sido sellada y ni las patadas ni los gritos de los gemelos parecieron alertar al anciano enterrador que era conocido en el pueblo por su sordera. Los niños quedaron enterrados vivos y nadie parecía haberse dado cuenta…

Los padres de Pedrito y Juanito se sorprendieron cuando estos no llegaron a la hora de la merienda, pero imaginaron que estarían demasiado entretenidos jugando o que algún vecino del pueblo los había invitado a comer algo. Lo que ya les alarmó fue que anocheció y llegó la hora de la cena y no aparecían por ninguna parte. Entonces comenzaron a buscarlos y preguntaron a todo el que se encontraban por las calles, pero nadie parecía haberles visto en todo el día. Asustados llamaron a las autoridades correspondientes y una pareja de agentes se acercó a coordinar las labores de búsqueda. La madre recordó la muerte de don Vicente y tuvo la intuición de que los niños probablemente fueran a curiosear, pero allí no encontraron más que el cadáver del anciano sobre la mesa del salón, los vecinos se alarmaron cuando encontraron al muerto aún sin enterrar y rápidamente llamaron al cura.

-¿Cómo que no está enterrado? ¡Yo mismo le llevé al cementerio y tuve que darle una misa a la que ninguno de ustedes fue! -Eso es imposible, padre, don Vicente aún descansa sobre la mesa de su casa. -Pero el ataúd estaba lleno cuando lo enterramos, si no fue a él ¡¿A quién sepultamos?!

La cara de miedo de la madre se reflejó al instante y, conociendo como conocía a sus hijos, intuyó que ellos eran capaces de haberse metido dentro del ataúd en una de sus travesuras.

Por más prisa que se daban en desenterrar el ataúd, el tiempo parecía eterno para los habitantes del pueblo. Era tradición allí enterrar lo más profundo que fuera posible los féretros, de esta forma se podían sepultar en una tumba a varios familiares y se evitaban olores que se pudieran tornar insoportables al visitar el cementerio en los meses más calurosos. Por este motivo llevó varios minutos remover suficiente tierra como para poder abrir el ataúd.

Lo que encontraron allí dentro fue un espectáculo escalofriante. Los niños habían muerto asfixiados, pero no sin antes luchar por sus vidas intentando escapar. Se habían destrozado las uñas de las manos arañando la madera y sus pequeños cuerpecitos estaban cubiertos de sangre. En plena desesperación habían tratado de romper la caja a golpes y se habían lastimado entre ellos y, probablemente fruto de la misma desesperación, habían acabado peleándose como animales acorralados, de modo que podían verse marcas de mordiscos y arañazos en los cadáveres de los gemelos.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el jueves, marzo 27, 2014 1 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Cuentos de Terror

La coleccionista de Hello Kitty


Escalofriante leyenda de una chica tímida y retraída que era golpeada diariamente por un grupo de acosadoras, que se burlaban de ella porque era una fanática de la muñeca Hello Kitty y todos sus complementos…

Hace no mucho tiempo vivía una chica que era una absoluta fan de Hello Kitty. Tenía la más increíble colección de merchandising de la simpática gatita y su habitación parecía más un museo, que el cuarto de una niña de su edad. Era un chica tímida y muy reservada y su extraña afición la puso en el punto de mira de un grupo de chicas indeseables que había en su escuela.

Este era un grupo de delincuentes juveniles que se divertían golpeando, robando y humillando al resto de muchachas, pero en su caso el acoso era continuo y diario. Sabían que ella nunca diría nada ni a sus padres ni a los profesores y eran lo suficientemente astutas como para golpearla en lugares en los que no quedara marca o se cubrieran con la ropa. Tan continuo fue el acoso que acabó acostumbrándose y cuando la empezaban a molestar se alejaba del dolor pensando en su adorada Hello Kitty. En sus fantasías recorría un idílico mundo donde nada ni nadie podía hacerle daño y de esta forma aprendió a ignorar el dolor y la humillación.

Las abusadoras vieron cómo los llantos y sollozos se convirtieron en una cara inexpresiva. Y lo que más las inquietaba, era que sus ojos parecían como muertos, vacíos e indiferentes a las palizas que recibía.

La líder del grupo comenzó a darse cuenta de que su comportamiento le hacía perder el respeto de las demás que veían como era incapaz de doblegarla. La chica no se resistía, no luchaba, no lloraba, era como si simplemente la ignorara. Pero lo que era aún peor… ¡Le daba miedo!

No sabía el porqué, pero esos ojos inexpresivos con los que la miraba cuando la estaba golpeando, simplemente le helaban la sangre. Un día decidió acabar con el problema y organizó a su banda para seguir a la chica hasta su casa. Aprovechando que sus padres llegaban tarde del trabajo; pretendían infligirle tanto dolor que temblara cada vez que se acercaran a ella. Sabía que eso no lo podía hacer en la escuela o en la calle porque siempre podría haber alguien que las delatara.

La chica al llegar a su casa lo primero que hizo fue ponerse una de sus pijamas favoritas de Hello Kitty, como cualquier día normal. No habían transcurrido ni dos minutos cuando el timbre de la puerta sonó. Sin pensarlo abrió la puerta y, antes de que pudiera reaccionar, dos chicas de la banda ya la tenían inmovilizada por los brazos. Un momento después la líder entró con una risa intimidante y burlona.

-¿No te han enseñado a preguntar antes de abrir la puerta? – Sin mediar una palabra más, la golpeó con todas sus fuerzas en el estómago dejándola sin aire y doblada de rodillas en el recibidor de su casa.

Las delincuentes entraron en su casa y cerraron la puerta asegurándose que nadie las hubiera visto. Arrastrándola, la subieron hasta su habitación y comenzaron a burlarse de su colección mientras destrozaban una a una sus figuras, sábanas o cualquier otro objeto con el emblema de Hello Kitty.

Pero la chica ya se había evadido mentalmente. Sus ojos una vez más se habían vuelto inexpresivos y parecían ajenos a todo dolor o vejación. Probaron apagándole cigarrillos en la pierna, con cortes en su piel, saltando sobre ella… pero todo parecía inútil. Esos ojos fijos, como perdidos, empezaron a atemorizar a todo el grupo y algunas de ellas comenzaron a decir que era mejor irse, que alguien podía llegar o cualquier otra excusa para ocultar la realidad. ¡Se morían de miedo!

La líder no podía dejar las cosas así y decidió acabar de una vez por todas con el problema.

-¿Sabes qué fue lo que dijo Hello Kitty? – le dijo mientras metía una mano en el bolsillo.

Pero la chica no contestó y continuó inmersa en su mundo de fantasía.

- ¡No puede decir nada! – dijo la jefa del grupo – ¡¡¡Porque no tiene boca!!! – y, de repente, sacó una navaja abierta del bolsillo, con la que le comenzó a arrancar los labios de la chica. Dejando su pijama, sus sábanas y toda su habitación de Hello Kitty salpicadas de sangre.

Pero contra todo pronóstico, la chica ni se inmutó y continuó mirándola con esos ojos sin vida. La líder de la banda, asustada, comenzó a apuñalarla en el pecho, le clavó incontables veces la navaja hasta que murió expulsando sangre por la boca y con los pulmones completamente perforados.

Las demás integrantes de la banda salieron corriendo, pensaban ir a asustarla, en ningún caso habían ido para asesinarla. Pero igualmente eran cómplices y sabían que todas ellas podían ser juzgadas. Para ocultar las pruebas que hubieran podido dejar, la líder prendió fuego a la habitación y, en pocos minutos, era toda la casa la que estaba en llamas.

Pero por más que corrieran o se ocultaran nunca podrían escapar de lo que habían hecho y, sin saberlo, habían despertado una sed de venganza que la chica no pudo cobrarse en vida, pero sí lo haría desde el más allá.

Todas ellas empezaron a tener horribles pesadillas en las que podían ver los ojos inexpresivos de la chica asesinada mirándolas fijamente. Pero eso no fue más que el principio, cuanto más fuerte era el fantasma, más poder podía ejercer sobre ellas y un día comenzó el verdadero sufrimiento.

Sin saber cómo, las asesinas comenzaron a sentir que cada vez les costaba más abrir la boca, hasta que un día despertaron con la boca como si estuviera sellada: no podían hablar, no podían comer ni beber y por más que intentaban forzar las mandíbulas, no eran capaces de despegarlas.

La líder fue la primera que sintió el efecto y la primera en darse cuenta al mirarse al espejo que su boca parecía difuminarse, como si se estuviera borrando, hasta finalmente desaparecer. Parecían un dibujo de Hello Kitty, en el que no existe boca en el rostro de la gatita. Por supuesto que nadie más, aparte de ellas, podía ver que su cara no tenía boca. Era como si el fantasma jugara con su mente, torturándolas.

En un par de días las abusadoras se empezaron a sentir mal, no podían beber y comenzaban a sentir los síntomas de la deshidratación, tenían terribles dolores de cabeza y en sus delirios veían los ojos inexpresivos de la chica mirándolas fijamente en cualquier lugar. Podían sentir como las golpeaban pero no podían gritar, y lo que era aún más inquietante, una especie de fuerza malévola les impedía pedir ayuda. Poco a poco fueron sucumbiendo, rindiéndose al dolor y sus ojos fueron perdiendo brillo, perdiendo vida y volviéndose tan inexpresivos como los de la chica a la que humillaron, golpearon y finalmente asesinaron.

Cuando se iban rindiendo, su mente abandonaba su cuerpo y entraron, una a una, en un coma irreversible. Su mente se evadía y llegaban a un idílico lugar lleno de flores y pequeñas muñecas de hello kitty que jugaban y saltaban divirtiéndose. Era el mundo imaginario en el que la chica asesinada se evadía del dolor.

La líder de la banda fue la última en doblegarse y caer en un coma profundo. A los pocos segundos de llegar a aquel paradisíaco lugar, el cielo se oscureció y las decenas de Hello Kitties que jugaban distraídas, se giraron hacía ella mirándola fijamente, con los mismo ojos sin vida que los de la chica.

Había comenzado su verdadero tormento, pues en este mundo no existía forma de escapar del dolor y la chica torturada se aseguraría de que no cesara el dolor, hasta que alguien las desconectara de las máquinas que las mantenían con vida en el mundo real, en un coma profundo del que nunca despertarían.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el jueves, marzo 27, 2014 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Leyendas Urbanas

La Pascualita

miércoles, 26 de marzo de 2014

Escaparate de La Popular donde se aprecia La Pascualita

La Pascualita es el maniquí más famoso de México, ya que son cientos los testimonios de personas que aseguran que la han visto mover los ojos, llorar, sonreír e incluso salir del escaparate en noches solitarias.

La Pascualita, o “La Chonita”, es una de las leyendas más conocidas de todo México. Es una leyenda que perdura en la actualidad, probablemente debido a que, a diferencia de tantas leyendas, tiene la magia de que el ser legendario esté a la vista de todos. Así, no hay quién pueda decir que el maniquí de La Pascualita no existe. Simplemente, La Pascualita sigue allí detrás de su vitrina, con todo un cúmulo de testimonios que afirman la presencia de cierta vida sobrenatural en ella.

Se sabe que el maniquí de la Pascualita apareció en un aparador de "La Popular" (un local chihuahuense de vestidos de novia), el 25 de marzo de 1930. La versión más común dice que la dueña del negocio, Pascualita Esparza Perales de Pérez, la mandó a traer de Francia. Otra versión también dice que el maniquí fue traído de Francia (de París, exactamente), pero que la Sra. Esparza lo adquirió en México, D.F., dentro de una prestigiosa tienda conocida como “El Puerto de Liverpool”, de la cual, ella solía traer telas, azahares, ramos y otros productos y accesorios que revendía en su local. Al principio no le quisieron vender la hermosa figura de cera, pero ella estaba tan prendada del maniquí, que amenazó con dejar de comprar sus suministros en la tienda si no se lo vendían, por lo que accedieron y así la Sra. Esparza lo llevó a su local. Sea cual sea la verdad, se cree que la Sra. Esparza compró el maniquí porque, además de ser sumamente bello y de aspecto realista, se parecía bastante a su hermana (encargada de confeccionar los vestidos que exponía en el escaparate de su local), e incluso a ella misma.

Según se cuenta, desde el primer día en que la novia de cera estuvo en "La Popular", todos se detenían a mirarla y, aunque la dueña le dio el nombre de “Chonita” por su aparición en el día de La Encarnación, el vulgo tenía más fuerza y, como todos la llamaban “La Pascualita” por su parecido a la dueña del local, fue ese el nombre que finalmente le quedó.

Si nos preguntamos ahora porqué La Pascualita impresionaba tanto que se convirtió en un icono de la época y se ganó el título de “la novia más bonita de Chihuahua”, la razón está en que era distinta a los demás
Los detalles de sus manos son sorprendentes
maniquís de la época: tenía un mejor acabado en la cera, sus ojos eran de cristal, su pelo y sus pestañas eran implantes de verdadero pelo y pestañas humanas y su expresión, a diferencia de las de tantos maniquís de mirada inerte, era viva y reflejaba emociones, cual si estuviese dotada de humanidad…

Bien, hasta aquí simplemente La Pascualita llamaba la atención; pero, en algún momento de la década de los sesenta (no se sabe si antes o después de 1967), empezaron a surgir rumores de que la novia de cera estaba viva y era capaz de moverse de noche cuando no había nadie en el local, o sonreír a algunas personas. Particularmente, los rumores se hicieron más frecuentes cuando Pascualita Esparza Perales de Pérez falleció en 1967; entonces aparecieron personas diciendo que La Pascualita les seguía con la mirada, que su fantasma les seguía un tiempo si se quedaban viéndola fijamente o que por breves segundos le aparecían venitas rojas en los ojos… Inclusive, se supo de algunas empleadas que trabajaban en La Popular que renunciaron a su puesto porque vieron llorar o moverse a La Pascualita y de otras que se negaban a vestirla porque, supuestamente, le aparecían venas verdosas en las piernas, que posteriormente desaparecían al igual que las venitas rojas que más de uno vio en el blanco de sus ojos.

Teorías sobre qué causó que La Pascualita cobrara vida

Estas teorías no son especulaciones hechas en el internet, son historias-explicaciones que surgieron en la tradición popular y aún perduran y que deben su variedad al hecho de que la historia oficial (expuesta arriba), no da razones a los sucesos extraños y escalofriantes que convirtieron en leyenda al maniquí. Veamos ahora esas teorías tejidas por el pueblo chihuahuense a partir de los rumores, la imaginación y la especulación.

Cuca, hermana de Pascuala
El espíritu de la dueña: Esta teoría fue la primera que surgió, y la que más sentido tiene desde un punto de vista cronológico, ya que los testimonios sobre sucesos paranormales (las cosas que dicen haber visto hacer a La Pascualita), se hicieron patentes en el año en que murió la dueña de la tienda y, puesto que no se sabe en qué momento de la década de los sesenta surgieron, puede pensarse que, o bien estaban ya antes de 1967 (año en que murió la dueña), o que aparecieron en 1967. De ese modo, si fuese lo segundo, cabría pensar que se debió a lo que afirma esta teoría: a saber, que el espíritu de la dueña se posesionó del maniquí, o que simplemente sigue penando en el local y a veces entra en el maniquí. El problema de esta teoría es que no da otra razón que la devoción que la dueña sentía por su maniquí, y el parecido que éste guardaba con ella y su hermana.

La hija muerta el día de su boda: Esta teoría tiene dos versiones. La primera dice que, justo el día de su boda, la hija de Pascualita (la dueña, no el maniquí) murió por la picadura de un bicho (alacrán, araña venenosa, escorpión (el animal varía dependiendo las diferentes versiones populares) que estaba oculto en la tiara de novia y que todos la vieron caer muerta cerca del altar. La segunda versión, cuenta que la hija de Pascualita fue apuñalada por un pretendiente celoso, justo cuando ésta estaba en el altar, a punto de casarse con un hombre al que, a despecho del pretendiente, amaba verdaderamente. En todo caso, en ambas versiones dicen que, tras perder a su hija, Pascualita la mandó a embalsamar y a recubrir de parafina y cera, vistiéndola siempre con vestidos nupciales, como para recordar que murió antes de casarse, tenerla siempre cerca y, a la vez, honrarla convirtiéndola en el emblema de su local de vestidos de novia; el problema fue que, sin saberlo, había aprisionado el alma de su hija en su cuerpo embalsamado… Esto del embalsamamiento resulta poco creíble y en general la teoría no es muy aceptada, pues se sabe que la dueña, que se casó a los 17 años con Don Enrique Pérez Loera, tuvo sólo un descendiente con su esposo, y que ese descendiente era un varón llamado Enrique; sin embargo, se rumorea que también tuvo una hija y que ésta murió ahogada a los cuatro años (esto también haría imposible la teoría), o bien, que en realidad sí tuvo una hija que creció y murió el día de la boda, aunque esto último casi nadie lo cree.

El chamán enamorado: Dicen que, durante la década de los sesenta, un poderosísimo chamán había llegado de visita a Chihuahua. Este chamán estaba paseando cuando de pronto se paró, anonadado al ver la belleza de La Pascualita. Sus suaves rasgos, sus ojos grandes y dulces, sus manos delicadas, todo en ella le hacía desear que estuviese viva y fuese suya… entonces: ¿Por qué no usar sus poderes? Eso fue lo que supuestamente hizo con un ritual, a través del cual cobró vida el maniquí, y se convirtió en su amante, acompañándolo durante los dos meses que vivió en Chihuahua, siempre cada noche, a partir de las diez (hora en que ya estaba cerrado el local). Esta historia es aún más difícil de creer que la anterior, pero podría pensarse que efectivamente hubo un chamán en Chihuahua y que éste salía con una chica muy parecida a la La Pascualita…

El taxista asesinado y la hija que se suicida: En esta versión, la hija de Pascualita se enamoró de un taxista pobre y su madre, que sentía repulsión pensando en que ese hombre pudiese transformarse en su futuro yerno, terminó asesinándolo y, a causa de esto, su hija entró en depresión y se suicidó, lanzándose por un barranco, según una variante de esta versión que, asimismo, a veces se presenta con el detalle de que la hija de Pascualita ya se había casado con el taxista cuando éste fue asesinado por su madre. En todo caso, el alma de la hija de Pascualita, después del suicidio, se metió en el maniquí… Como puede verse, la teoría es muy ilógica porque resulta difícil de creer que la dueña de La Popular haya matado a un taxista sin que la Policía se entere y la mande a prisión o que lo haya matado y haya podido sobornar a las autoridades al punto de que no se hiciera público el rumor de que era una asesina (rumor que, por cierto, jamás existió, salvo en esta versión que quizá nadie crea). Volviendo a la teoría, ésta viene junto al relato de que La Pascualita, a veces cuando ve un taxi, se monta (no como maniquí, sino como duplicado fantasmal del maniquí) en el taxi y desaparece…

La maldición: Aquí la explicación es que la hija de Pascualita era una muchacha mala de pésimo comportamiento, al punto de que fue castigada recibiendo (no se dice quién la envió) una maldición que la hizo fallecer; pero su madre, queriendo recordarla y preservar su gran belleza, la mandó a embalsamar y cubrir de cera…

En sus épocas de mayor fama, La Pascualita atrajo tanta gente que los curiosos, provenientes de otras ciudades del amplio México, llegaban en ciertas ocasiones a congestionar el tráfico de la Calle Libertad, forzando a que las autoridades prohibiesen transitar por allí a los coches. En este contexto, se cree que la dueña de La Popular llegó a recibir muchas llamadas telefónicas de personas enfadadas que la acusaban de violar la decencia moral, de transgredir las leyes de Dios al tener un cuerpo embalsamado y hacerlo pasar por maniquí… Inclusive, se cree que, a causa de estas sospechas, La Pascualita sufrió el daño de unas cuantas personas encolerizadas que, cuando nadie las veía, le clavaban las uñas en su piel de cera…

Supuestamente, todo esto causó que la dueña de La Popular hiciese público que La Pascualita era un maniquí; pero, pese a eso, se cuenta que cierto día llegó personal enviado por las autoridades, a fin de constatar si era cierta la acusación de que en La Popular tenían un cadáver en el escaparate.

La versión más creíble dice que los inspectores determinaron que era un maniquí, pero otra versión dice que esos inspectores eran policías judiciales (lo cual ni afirma, ni niega la primera versión), que cuando entraron les dijeron que volviesen después porque La Pascualita estaba siendo bañada que, entonces, sospecharon e insistieron en verla y que finalmente les mostraron al maniquí envuelto en bata y con toalla en el cabello, permitiéndoles únicamente revisar el rostro por “respeto al pudor”, lo cual les hizo sospechar aún más a los policías que, misteriosamente, nunca hicieron uso de su autoridad para disipar o confirmar sospechas viendo cómo era La Pascualita por debajo del cuello, cuando no tenía puesto su vestido de novia….

Actualmente muchos creen que podría haber algo sobrenatural en La Pascualita y todavía hay bastantes personas que afirman haber vivido cosas extrañas. Una vivencia bastante frecuente es la de que al acercarse, se horrorizan al ver que el maniquí sonrió por unos segundos y después, ya de noche, recordar lo sucedido con macabra exactitud, viendo claramente esa sonrisa que antes les pareció ver de forma tan fugaz que no pudieron apreciar…

También hay historias puntuales que se conocen bastante, como la de cierta mujer que recibió un disparo en la calle estando delante de La Pascualita, a la cual suplicó que sobreviviese y, posteriormente, a causa de la milagrosa intervención de la novia de cera, logró conservar su vida; o bueno, al menos la mujer cree que La Pascualita fue la causa de que sobreviviera y por eso va a encenderle velas cada cierto tiempo, a modo de agradecimiento.

Incluso, hay personas que contratan músicos para que le den serenatas a La Pascualita, a fin de que no se sienta sola; si bien no se puede saber si lo hacen creyendo que La Pascualita realmente tiene vida propia o simplemente como burla…

Sea o no verdad la leyenda, es indudable que los propietarios de La Popular cuidan con esmero a La Pascualita porque saben que, conservar su belleza y fomentar su leyenda es necesario para que ésta siga siendo un imán de dinero, toda vez que La Popular sigue siendo la tienda de vestidos de novia más reconocida y concurrida de todo Chihuahua y generalmente, el vestido que modela La Pascualita (a la cual cambian de ropa cada cierto tiempo), es el vestido que más compran, en parte porque, según creen muchas personas, portar el vestido que está usando La Pascualita, equivale a adquirir un amuleto que traerá un matrimonio feliz y exitoso.

A continuación, compartimos con ustedes, un vídeo acerca de esta interesante leyenda, producido por el programa EXN.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, marzo 26, 2014 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Leyendas de Terror, Leyendas Urbanas

La pulsera negra

Según cuenta la leyenda en algunos hospitales de Estados Unidos de Norteamérica utilizan unas pulseras de color negro para marcar la hora a la que falleció una persona y cual fue el motivo de su muerte. Si ves a alguien con una de estas pulseras, podrías estar junto a un fantasma…

Thomas era un joven médico que trabajaba de interno en un frío hospital de Dakota del Norte. Su vocación y sus ganas de salvar vidas eran el único motivo por el que no caía rendido de cansancio en unas interminables guardias que podían prolongarse hasta 36 horas y que le dejaban exhausto.

Aquella noche había sido especialmente dura, el servicio de urgencias no tuvo ni un respiro y Thomas había tenido que encargarse por primera vez de una paciente sin el respaldo de otro doctor. Luchó por la vida de la chica, que no debía tener más de 22 años, durante más de dos horas, pero desde que llegó se había considerado un caso perdido y en el hospital decidieron priorizar a otros pacientes que tenían más posibilidades de sobrevivir. Los daños que había sufrido la joven en ese accidente de tráfico múltiple eran tan graves que, incluso, si Thomas hubiese conseguido obrar un milagro y la chica hubiera sobrevivido, las secuelas habrían sido tan graves que probablemente quedaría en estado vegetativo.

Los médicos más experimentados del hospital habían acudido en la ayuda de los otros accidentados y decidieron “bautizar” a Thomas con un caso imposible para que un primer “fracaso” le hiciera comprender lo dura que es su profesión y no empezara a creérselo demasiado. Además, priorizando a otros de los heridos, habían conseguido salvar la vida de tres personas, en lo que había sido el peor accidente de tráfico que habían registrado las carreteras de la región en meses.

Thomas era consciente de que la chica probablemente nunca tuvo posibilidades de sobrevivir, pero aún así se sentía destrozado por dentro y tuvo que tragar saliva para contenerse las ganas de llorar cuando le puso una pulsera negra a la fallecida. La pulsera negra era un protocolo de su hospital que servía para marcar a un difunto señalando la fecha, hora y causas de su muerte. Normalmente eran las enfermeras quienes se encargaban de rellenar los datos y ponerle la pulsera antes de mandar a un cadáver a la morgue. Pero Thomas pensó que haciéndolo él, el recuerdo de su primer “fracaso” le serviría para aprender y avanzar en la que puede llegar a ser una de las profesiones más duras. Memorizó cada una de las facciones de la chica y la cubrió con una sábana para que uno de los camilleros encargados se la llevara por un interminable pasillo que conducía al depósito de cadáveres.

Al finalizar su turno, Thomas parecía un zombie, su cara demacrada por el cansancio y el fuerte impacto emocional de perder a su primer paciente lo habían dejado destrozado. No era la primera vez que alguien se moría en una mesa de operaciones frente a él, pero ésta era la primera vez que él era el doctor al mando y el “único responsable”. En su mente repasaba todos y cada uno de sus movimientos y trataba de buscar cual fue su error o si había algo más que pudiera haber hecho. Pero incluso él mismo sabía que su proceder había sido impecable y que cuando a alguien le llega la hora es imposible luchar contra el destino.

Cabizbajo y caminando casi dormido, entró en el ascensor. Se dirigía al séptimo piso donde tenía su ropa, lo único que quería era cambiarse e irse a dormir a la residencia que estaba a pocas calles del edificio del hospital. Eran las cuatro de la mañana y el hospital parecía vacío, tan absorto estaba en sus pensamientos que casi ni se dio cuenta de que había alguien dentro del ascensor cuando entró. Una mujer le saludó:

-¡Uff! y yo que creía que tenía mala cara, ¿muchacho, pero qué te ha pasado?

Thomas se giró y vio a una mujer de unos cuarenta años que le sonreía, estaba casi tan pálida como él y aunque no tenía muchas ganas de conversar la contestó.

-Hoy ha sido un día muy duro, no sé ni cómo estoy todavía de pie. Además, he perdido a mi primer paciente – le dijo mientras ponía un gesto que denotaba que estaba a punto de echarse a llorar.

-Pues por la cara que pones estoy segura que has hecho todo lo que podías; no seas tan duro contigo mismo.

-Muchas gracias, probablemente mañana pueda verlo de otra forma – dijo Thomas mientras se giraba a ver porqué se había abierto la puerta del ascensor en un piso que ninguno de los dos había marcado.

Al mirar fuera vio la silueta de una joven a mitad del pasillo, al terminar de abrirse la puerta del ascensor comenzó a girarse lentamente hacia ellos. Thomas al ver la cara de la chica dio un salto hacia atrás y pegó la espalda a la pared del ascensor mientras señalaba a la chica que había afuera y trataba de decir algo sin conseguir articular una sola palabra. De repente pareció recuperar el control de su cuerpo y se abalanzó hacia el panel del ascensor presionando repetidamente el botón que cerraba las puertas. La mujer que había en el interior del ascensor se quedó mirándole perpleja y la puerta finalmente se cerró cuando faltaba menos de un metro para que la joven que había fuera entrara en el ascensor.

-¡E… e… esa chica! – dijo tartamudeando del susto – ¡Es mi paciente! ¡Aquella a quien no pude hacer nada para salvarla! ¡Inclusive, le puse esa pulsera negra personalmente!

La mujer que se había mantenido pegada a la pared sonrió y mientras levantaba el brazo le preguntó:

- ¿Una pulsera cómo esta?

Thomas se giró a mirarla y vió cómo en su muñeca había una pulsera de color negro, idéntica a las que usan en el hospital. El joven médico se desmayó del susto y en su caída agarró fugazmente el brazo que le mostraba la mujer con la que había compartido la charla en el ascensor.

Minutos después encontraron a Thomas aún desfallecido en el suelo del ascensor. Todos atribuyeron su desmayo al cansancio. Pero él sabía que lo que había pasado era real; en su mano tenía una pulsera negra que había arrancado sin querer del brazo de la mujer que había en el ascensor mientras caía desmayado. Al revisar la pulsera pudo comprobar que la mujer había fallecido dos años antes en un accidente de tráfico muy similar al de aquella chica que quiso salvar.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, marzo 26, 2014 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Relatos Inexplicables del Más Allá

La Madre Desquiciada

Una de las leyendas urbanas más espeluznantes que circulan desde hace años es la de una madre que accidentalmente acaba con la vida de sus tres hijos en el mismo día. Una leyenda no apta para corazones sensibles…

Natalia era una madre feliz, trataba a sus tres pequeños con gran ternura y comprensión aunque más de una vez la pudieran sacar de sus casillas. Los dos primeros de sus retoños vinieron casi seguidos 5 y 6 años y la tercera, una preciosa niñita de siete meses, que aunque inesperada, fue recibida con el mayor cariño y amor que una familia le puede entregar.

El único “pero” que le podía poner Natalia a su basta familia era que su marido casi no pisaba su casa. Su aburrido trabajo como contable les daba una cómoda posición social, pero le mantenía ocupado todo el día e, incluso, cuando estaba en casa siempre estaba rodeado de documentos del trabajo. Por lo que Natalia tenía que ocuparse de sus hijos sin ninguna ayuda y en algunos momentos eso podía ser extenuante.

La noche anterior al fatídico día, la más pequeñita de la casa había decidido celebrar un concierto de llanto nocturno y Natalia casi no pudo pegar ojo. Agotada y casi arrastrándose llegó a la cama a las cuatro de la mañana tras dejar a la niña en la cuna.

Cuando se empezó a quedar dormida escuchó el grito de su segundo hijo en la habitación contigua, de un salto se levantó y fue corriendo a la habitación que compartían sus dos hijos mayores y se encontró a Mario (el mediano en edad) visiblemente asustado y llorando sobre su cama. Parece que había tenido una pesadilla y del susto se había hecho pis encima, algo que por desgracia se había vuelto muy habitual desde que nació su hermanita. El niño se había convertido en un príncipe destronado y su comportamiento dejaba mucho que desear y era capaz de cualquier cosa con tal de llamar la atención. Natalia, agotada y sin pensarlo mucho, comenzó a regañar a Mario delante de su hermano Julián. - ¡Como te vuelvas a hacer pis en la cama te voy a cortar el pipi!, ¡Ni siquiera tu hermanita me da tanto trabajo como tú! 


El niño lloraba desconsoladamente mientras su madre cambiaba las sábanas y le daba la vuelta al colchón. Casi sin darse cuenta eran ya las cinco de la mañana y Natalia aún no había podido pegar ojo. El biberón de las seis de la mañana y preparar el desayuno a su marido e hijos hizo el resto. No pudo dormir en toda la noche. Lo peor de todo es que los niños pasarían todo el día en casa, ya que estaban de puente. Una festividad que parece que no respetaban en la empresa de su marido, el cual fue a trabajar como cualquier otro día dejándola al cuidado de los pequeños durante todo el día.

A media tarde y aprovechando que Mario, agotado por la noche anterior, se había quedado dormido en su habitación. Comenzó a bañar a la pequeña Clara. Era el momento ideal, pues Mario estaba insufrible y si no le vigilaba a cada paso era capaz de incendiar la casa, con tal de llamar la atención. Esa pequeña siesta le daría un respiro y la permitiría bañar a la bebé un poco antes del horario habitual. Con un poco de suerte hoy podría mandarlos a dormir un poco antes y descansar.

Cuando ya sólo le quedaba lavar la cabecita a la pequeña Clara, un grito desgarrador se escuchó en el pasillo. Era sin duda Mario que seguro había vuelto a hacer otra de las suyas. Gritando y sin soltar a Clara preguntó: - ¡¿Qué pasa?! ¡¿Mario estás bien?! ¡Julián! ¡¿Qué le pasa a tu hermano?!

Estaba a punto de envolver en una toalla a la bebé, que aún continuaba enjabonada en la bañera, cuando Julián entró por la puerta y lo que vio la dejó sin habla. - Mamá, Mario se ha vuelto a hacer pis en la cama así que le he cortado el pipi como dijiste.

El mayor de sus hijos tenía el pene ensangrentado de su hermano en una mano y unas tijeras manchadas de sangre en la otra.

Natalia pálida por lo que acababa de suceder se levantó de un salto olvidándose que estaba bañando a la pequeña y salió corriendo hacia Julián que, al ver la furia de su madre en los ojos, escapó a toda velocidad buscando un sitio para esconderse.

Aturdida, conmocionada y agotada por la noche en vela, Natalia no sabía cómo actuar cuando llegó a la habitación de los niños y vio a Mario sobre la cama desangrándose. Tras abrazar fuertemente a Mario lo cargó en brazos y bajó las escaleras camino al coche, su única opción era llevarlo al hospital inmediatamente. Cada grito de dolor del niño bajaba en intensidad, la pérdida de sangre le estaba debilitando y sabía que tenía pocos minutos antes de que muriera desangrado.

Arrancó el coche y pegó un acelerón saliendo el vehículo impulsado como si diera un salto al pisar un fuerte bache y sonó una fuerte explosión. El salto pareció sacar a Natalia de su estado de shock y de repente recordó que la pequeña Clara seguía aún dentro de la bañera. En ese momento se dio cuenta de la mortal imprudencia que acababa de cometer y bajó del coche sin mirar atrás para buscar a su hija.

Por desgracia cuando llegó era demasiado tarde, la bebita de apenas siete meses no tenía la fuerza suficiente para aguantar tanto tiempo sentada sin perder el equilibrio y yacía inerte boca abajo en el agua. Los intentos de reanimar a la niña fueron inútiles y Natalia, gritando desesperada, bajó nuevamente las escaleras de su casa con su bebé en brazos camino al vehículo que la llevaría al hospital.

Pero aún le quedaba una última y macabra sorpresa, al acercarse al vehículo todo terreno que conducía, se dio cuenta de que había un brutal charco de sangre en el suelo, al principio pensó que sería la sangre de Mario, pero al acercarse pudo constatar que bajo el coche estaba el cuerpo inerte de Julián, que al parecer se había escondido bajo el todo terreno para evitar que su madre le pegara. Con tan mala fortuna que al arrancar ésta a toda velocidad una de las ruedas le aplastó el cráneo, reventándolo y desparramando sus sesos por todo el suelo y causando la terrible explosión que Natalia había escuchado un par de minutos antes.

Natalia cayó al sueño de rodillas, su cara no reflejaba ninguna expresión. Solamente se mantuvo en esa posición durante unos minutos hasta que sin mediar palabra se levantó, abrió la puerta de su coche y cargó nuevamente el cuerpo ya inerte de Mario junto al de su hermanita. Entró nuevamente en su casa.

Un minuto después bajó de nuevo, cargó el cadáver de Julián y volvió a entrar en la casa cerrando la puerta tras de si.

Por la noche, cuando el marido de Natalia llegó a su casa que estaba a quince minutos de la ciudad, se encontró el todo terreno con la puerta abierta y a medio camino del garaje, lo que le impedía aparcar su vehículo. Se acercó al coche de su mujer y se manchó el zapato con lo que parecía una viscosa mancha de aceite, cerró su puerta y se dirigió a casa en la que todas las luces estaban apagadas.

Al entrar gritó: - ¡Natalia! ¿Dónde estás? ¿Por qué tienes el coche en mitad del garaje?

Al dar la luz se dio cuenta de que había un reguero de sangre seca en el suelo que subía las escaleras y dirigía a la planta superior. Asustado corrió tanto como pudo para quedar totalmente impactado cuando al entrar en el baño.

Sus tres hijos flotaban sobre el cadáver de su madre que los había reunido en la bañera justo antes de cortarse las venas.

Causar la muerte de sus tres hijos fue mucho más de lo que pudo soportar.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, marzo 26, 2014 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Leyendas Urbanas

Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio
Suscribirse a: Entradas (Atom)
La Mansión Encantada© agradece tu visita.

¿Quieres mandar tus experiencias, cuentos, leyendas urbanas, hechos insólitos?

¿Quieres mandar tus experiencias, cuentos, leyendas urbanas, hechos insólitos?
Envíalos por e-mail a: lilith.la.enemiga.de.eva@gmail.com y se publicarán en La Mansión Encantada© con sus respectivos créditos.
L
a
M
a
n
s
i
o
n
E
n
c
a
n
t
a
d
a

Sitio Protegido Por:

Protected by Copyscape plagiarism checker - duplicate content and unique article detection software.

Blog Design by Gisele Jaquenod

Work under CC License

Creative Commons License