skip to main | skip to sidebar

Anfitriona:

Mi foto
Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva]
Ver todo mi perfil

Repertorio

  • ► 2014 (9)
    • ► mayo (3)
    • ► abril (1)
    • ► marzo (5)
  • ▼ 2011 (11)
    • ► noviembre (1)
    • ► octubre (1)
    • ► septiembre (1)
    • ► agosto (1)
    • ► julio (3)
    • ▼ junio (4)
      • Despedida
      • La Bañera
      • Alguno debía morir...
      • Su destino "El Camposanto"
  • ► 2010 (7)
    • ► abril (1)
    • ► marzo (1)
    • ► febrero (2)
    • ► enero (3)
  • ► 2009 (23)
    • ► diciembre (5)
    • ► noviembre (5)
    • ► octubre (13)

Estantería de relatos:

Cuentos de Terror (21) Leyendas Urbanas (11) Relatos Inexplicables del Más Allá (9) Calaveritas Literarias (4) Leyendas de Terror (3) Sucesos Inexplicables (3) Maldiciones (2) Objetos Malditos (2) Accidentes (1) Exorcismos (1) Fenómenos extraños (1) Leyendas del Virreinato (1) Malformaciones (1) Muertos (1) Noticias (1) Relatos de Seres Mitológicos (1) Sitios Malditos (1)

Presencias detectadas desde el encantamiento de La Mansión:

new graphics

Ubicación geográfica de los espíritus chocarreros que me visitan:

La Mansión Encantada

Despedida

miércoles, 29 de junio de 2011


Parecía ser otro día más en el hospital, llegar muy temprano para pasar visita con los médicos y ver a los pacientes que se encuentran internados en el servicio de Ortopedia Pediátrica.

Como Trabajadora Social mi responsabilidad principal es la de cuidar que todos los familiares tengan pase, realizar algún traslado que se requiera, verificar que cuenten con los materiales necesarios para su cirugía, etc.

Ya al mediodía, de ese día viernes, caminé por un pasillo que sirve como entronque de tres rutas posibles: al Hospital de Rehabilitación, al de Ortopedia (que es de donde yo venía) y al Auditorio; de frente pasó junto a mí el Dr. del Toro, un médico, alto, ya entrado en años, de los de más antigüedad en el hospital, canoso, de ojos claros, siempre usando esa agua de colonia que usan los señores grandes y la cual podía uno percibir a un metro de distancia. Me saludó como de costumbre "Buenas tardes, licenciada" y prosiguió su camino rumbo al Auditorio.

El día Lunes siguiente, por la mañana, una colega me preguntó: "¿Supiste que murió el Dr. del Toro?"; me sorprendí como cuando alguien recibe la noticia de cualquier muerte ocurrida en fin de semana (lo cual supuse sin preguntar); pensé sin comentarlo, bueno ya era un señor de edad avanzada, no es rara su muerte, a continuación le pregunté a mi compañera de trabajo: "Oye, ¿Cuando murió el sábado o el domingo?" Volteo a mirarme con ojos de extrañeza y me respondió: "Ninguno de los dos días. Él murió el viernes pasado por la mañana, ¿No escuchaste que se le realizó un homenaje de 'cuerpo presente' en el Auditorio a mediodía, ese mismo viernes?".

Se me erizó la piel de sólo escuchar aquello y entre mis adentros me dije: "PERO YO LO VI A ESA HORA… CAMINANDO AL AUDITORIO" e inmediatamente pensé: "tranquila… debe ser un error, quizá fue el viernes antepasado y yo estoy confundida". Le mencioné a mi compañera: "Adela… creo que lo vi el viernes pasado o el antepasado" y ella me contestó mas extrañada aún: "No lo pudiste ver ni el viernes pasado, ni el antepasado, ni uno antes de ese… Él ya tenía muerte cerebral desde hace dos meses, pues lo operaron de la columna y se complicó en quirófano; estaba hospitalizado en terapia intensiva desde entonces esperando que su cuerpo finalmente muriera ¿Qué no lo sabías?" Sólo atiné a mover la cabeza en actitud negativa y alcancé a decir: "Ahora estoy segura que lo vi el viernes pasado… se despedía de mí antes de dirigirse a su homenaje en el Auditorio".
 
 
Escrita por: Pilar Carmona
Fotografía de: Quim Roses

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, junio 29, 2011 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Relatos Inexplicables del Más Allá

La Bañera

martes, 28 de junio de 2011


Esa noche no podía dormir en mi cuarto, estaba segura que estaba llena de bichos, cucarachas, arañas, moscas, mosquitos… ratones suaves y mojados. Mis pies eran más silenciosos que los besos, pero besar no era algo que tuviera en la cabeza en ese momento.

Mejor dormir en el salón, en el sofá con una manta aunque era incomodo y se le clavaban en la espalda los listones de madera que sujetaban los cojines. Sentía una especie de consuelo dormir de esa forma tan espartana, no era más que un auto-castigo que aliviaba mi alma y me dejaba meterme en mis sueños.

Me despertó de pronto un ruido, ruido acompasado glub, glub, glub, gotas de agua. ¿Hay goteras en el techo? Encendí la luz y vi que no, allí estaba todo normal. No, no llovía, además, la noche era totalmente tranquila, silenciosa, podía oír el silbido tenue de la electricidad estática de la tela del sofá en mis oídos. Entonces me di cuenta que eran gotas de agua que se oían en el baño.

¿Hay alguien ahí?, pregunté con una voz poco creíble. Después de decirlo me sentí un poco tonta. No hay nadie, no puede haber nadie, estoy sola en casa. Nadie va a volver. Me levanté a cerrar el grifo para que dejara de molestarme. Entre en el cuarto de baño y encendí la luz, vi que toda mi ropa estaba tirada en la bañera y yo la había dejado colgada en la percha. Estaba toda mojada, los calcetines, la camiseta, ropa interior y todo se había vuelto de un solo color, rojo como la sangre, rojo como los pantalones. Distinguí también algo marrón, grande que se movía y que en ese momento no conseguía identificar. Era un bicho. Al fin supe lo que era, una rata enorme, inmensa, peluda y fea que me miraba con cara de pocos amigos o mejor dicho, con furia.

No podía subir por el resbaladizo y pendiente esmalte de la bañera, no podía saltar porque había demasiada agua y la profundidad no le dejaba encontrar la base para poder impulsarse hacia arriba. Nadaba y nadaba buscando apoyo emitiendo débiles sonidos.  Pero ¿y si al final podía saltar?, dicen que las ratas son muy listas… ¿y si me salta a la cara?, seguro que puede, ¿si me salta a la cara?

Lo primero que se me ocurrió fue tomar una toalla y arremetí contra ella con todas mis fuerzas, la toalla se deslizo por el agua y volvió a subir, repetí esto varias veces pero la rata seguía nadando dentro de la bañera intentando salir de allí dando saltos cada vez más altos. La toalla cada vez pesaba más y más me costaba dominarla por que estaba empapada de agua que se salpicaba por todo el baño.

Necesito otra cosa, algo. Me decía a mí misma. Fui a la cocina y allí encontré la escoba. Volví al baño y cuando llegue vi que la rata de un salto conseguía salir de allí, corría por el suelo hacia donde yo estaba. Me defendí con el palo de la escoba pero aún así no pude evitar su ataque, me clavo sus dientes en la pierna. Empezó a salir sangre, y seguía mordiendo mientras yo intentaba defenderme con la escoba y la rata cada vez era más y más grande.

Por fin la rata se dio cuenta que yo ya estaba muerta, había muerto hacia algún tiempo. Solo quedaba el esqueleto. La rata se fue no sé dónde, la vi salir por la puerta de la terraza, supongo que iría a buscar a otras víctimas.

Yo me sentí tranquila, me serví un café negro, cargado y me lo bebí lentamente. Pensé en telefonear a alguien para contar lo que me había pasado, pero no lo hice. Era tarde para hacerlo, las tres de la madrugada, buena hora para salir a tomarse una copa, pero ¿a dónde iba yo con estas fachas? Sólo huesos, toda la ropa me quedaba grande, parecía prestada, poco favorecedora.
Por Chispa

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el martes, junio 28, 2011 0 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Cuentos de Terror

Alguno debía morir...

miércoles, 22 de junio de 2011

Habíamos perdido todo lo que alimenta a una relación, y me refiero a alimentarla saludablemente.

La ausencia de cariño, de eventual ternura, de simple apego embebido o no de afecto; eran muestras fidedignas de que la amistad y el amor habían desaparecido por completo. A esa altura de los acontecimientos sabía perfectamente que nada tenía solución, ni tan siquiera una separación ya que su personalidad de ofidio-arpío me destruiría a diario por el resto de mi vida.

Ecos del vulgo azuzaron mis recuerdos, fugaz y convincentemente invertí el mensaje con el esperanzador resultado: "Nada tiene solución a no ser que mueras". Así fue como esa noche decidí que sería su última cena.

Mi falta de determinación hizo que además del veneno, también haya conseguido antídoto. Fue muy fácil, no tanto como asumir mi indecisión ¿o se trataba de miedo?

La suspicacia de él se reveló de inmediato cuando le propuse encargar la cena. Algo especial. Argumenté confusa y estúpida que deseaba una velada tranquila para hablar despojados de odios, noche sin afrentas, apuntando a ganarnos mutuamente moléculas de confianza.

Me sentí más segura y resuelta cuando en medio de mucho recelo y extrañeza él aceptó y hasta accedió a sacar una botella del mejor tinto de su colección particular de vinos. En ese momento confieso que lo odié aún mucho más. Tantas ocasiones en que llegué a suplicarle que compartiéramos semejante delicia, solo para obtener un rotundo "NO" como respuesta, y ahora, esta noche en que había decidido acabar con él, asentía sin presiones. Maldito cabrón.

Llegó tarde el encargo, justo al acabar la botella. Sorprendente e inexplicablemente trajo otra de su bodega. Fue en ese momento cuando derramé todo el veneno en su vaso que atesoraba un dedo del brebaje rojo.

Pechugas de pollo a la almendra y salsa de champiñones, ensalada húngara y pastel de limón. El festín se concretó entre ásperos halagos a los platos, torpes intentos de conversación y miradas de reconcomio.

Mi corazón dio un vuelco al oír su “te quiero”, después de largos y amargos años. No pude contestar nada y él impuso un paréntesis enfilando hacia el baño. Confusa, indecisa, así me dejó allí sentada. Lo único que atiné a hacer, fue regar su vaso nuevamente, pero esta vez con todo el antídoto. Nueva oportunidad, anular el veneno.

Él tardó menos de lo esperado, se dejó ver a pocos metros apuntándome con la pistola que nunca habíamos usado. Vaya noche para estreno… sin duda alguien debería morir esa noche. Había visto la manipulación de su vaso y con gritos enfurecidos me instaba a beberlo. Así me bebí su salvación.

Desde hace tres días; él, el arma, las botellas y el vaso, son tan solo un mal recuerdo enterrado en lo que era el jardín.

Por Antonia

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, junio 22, 2011 2 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Cuentos de Terror

Su destino "El Camposanto"

miércoles, 15 de junio de 2011

"Esta historia es de una experiencia que tuve cuando trabajaba como taxista en Celaya, Gto. México aquí se hablaba mucho o era común escuchar experiencias de compañeros taxistas que llevaban a una mujer al panteón y que desaparecía cuando pasaban por ahí; yo nunca creí eso y pensé que era algún invento para espantar a los que trabajábamos de noche, pero después de lo que me pasó ya no pude decir que los fantasmas no existen", señaló Fermín N., previo a comenzar su relato.

En la historia que contaban los taxistas, se hablaba de una mujer que "les hacía la parada" en la calle 16 de Septiembre y posteriormente les solicitaba que la llevaran al Panteón Municipal, ella vestía de negro y se mostraba reservada en sus comentarios.
 
"Era una noche cerca del Día de Muertos, me acuerdo bien, como por en estas fechas hace cinco años, andaba yo por las calles 16 de Septiembre y Madero cuando me hizo la parada una mujer, se me acercó y me preguntó que cuánto le cobraba por llevarla al panteón", comentó el taxista. "Le respondí que serían 30 pesos, se veía grande de edad, le podía haber cobrado más porque la tarifa sube después de la media noche, pero como estaba sola y pensé que le podían hacer algo malo, le cobre menos, ella subió y nos dirigimos al panteón", dijo.
Panteón Municipal de Celaya, Gto.

De la misma forma, comentó que "como la vi algo triste le saqué plática, le iba preguntando cosas normales, pero ella siempre me contestaba muy propia y reservada, hasta cierto punto cortante y evitaba mucho ser vista porque se cubría con su cabello".

"Cuando ya estábamos llegando al panteón, me di la vuelta para preguntarle dónde la dejaba y fue en ese momento que me di cuenta de que no estaba nadie en el asiento trasero, paré el carro y no la vi por ningún lado, no sabía qué había pasado, luego me acordé de la historia, me espanté mucho en su momento y ahora pienso que tal vez llevé a un fantasma, ya no soy taxista, pero cada que pasó por la calle 16 de Septiembre me persigno y pido por el descanso eterno de esa mujer", concluyó.

Publicado por: Jazmine Dguez. [bajo el pseudónimo de Lilith†La†Enemiga†d†Eva] en La Mansión Encantada© el miércoles, junio 15, 2011 2 Voces del Más Allá [haz escuchar tu voz]

Etiquetas: Relatos Inexplicables del Más Allá

Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio
Suscribirse a: Entradas (Atom)
La Mansión Encantada© es una página de entretenimiento y como tal se debe de tomar. La Mansión Encantada© no se responsabiliza del uso que se dé de esta web, siendo responsabilidad última de su lector.

¿Quieres mandar tus experiencias, cuentos, leyendas urbanas, hechos insólitos?

¿Quieres mandar tus experiencias, cuentos, leyendas urbanas, hechos insólitos?
Envíalos por e-mail a: lilith.la.enemiga.de.eva@gmail.com y se publicarán en La Mansión Encantada© con sus respectivos créditos.
L
a
M
a
n
s
i
o
n
E
n
c
a
n
t
a
d
a

Sitio Protegido Por:

Protected by Copyscape plagiarism checker - duplicate content and unique article detection software.

Blog Design by Gisele Jaquenod

Work under CC License

Creative Commons License